Nota previa: posiblemente ninguna palabra haya sufrido más la fantasmagoría del seductor término tecnología como la modesta y significativa informática. Informática es lo que deberían aprender los estudiantes. Tecnología es un paraguas indefinido que nos permite seguir implantando la nada.
Uno no comprende el volumen y calado de la farsa hasta que no le pide a un adolescente (un nativo digital) que escriba y envíe un correo electrónico o que se descarge un archivo y lo meta en un pen. En serio, prueben.
Digitalización, lo llaman. No consiste en que los alumnos aprendan programación, ofimática o edición de vídeo, cuestiones todas ellas de tremendo interés. No. Digitalización, tal y como se entiende y se implementa en la escuela española significa preparar al alumnado para que en el futuro próximo sean ávidos consumidores de servicios digitales. Las instituciones patrias, al dictado de las multinacionales tecnológicas, convierten a los jóvenes en adictos precoces a la dopamina ―no se engañen, digitalización solo significa tener una pantalla delante― para que en un futuro próximo les paguen (a las tecnológicas) las facturas que les están dejando proyectos inciertos como la inteligencia artificial, que por cierto se llama inteligencia artificial porque algoritmos correlacionales espantaría a los inversores.
Ockham
Una de las derivaciones más importantes del nominalismo de Guillermo de Ockham es que permitimos con frecuencia que las palabras saquen los pies del tiesto, nos embrujen y nos pongan a su disposición. Casi nada es bueno o malo per se: esa misma capacidad de maravilla del lenguaje está detrás de la fascinación literaria, pero en el caso que nos ocupa, como en tantos otros, provoca malentendidos de consecuencias devastadoras.
El propio Ockham nos brinda una solución: la economía de medios. Ockham podría haber escrito sin despeinarse El traje nuevo del emperador. No es necesario construir abstrusas teorías filosóficas para contrarrestar la mercadotecnia de las tecnológicas y el yugo con el que someten a los gobiernos. Basta con anunciar sin aspavientos y con firmeza que lo único que sus hijos están aprendiendo es a pasar el dedo por una pantalla.
P. S.: Qué maravillosa forma de cerrar el círculo: digital viene de digĭtus, dedo, porque la base de nuestro sistema numérico son los dedos de las manos (por eso, como saben, utilizamos un sistema decimal). Por tanto, el lenguaje nos engaña en este caso con la verdad. Estamos enseñando a nuestros alumnos a usar el dedo, más o menos como en la paredes de las cuevas primigenias.
P. P. S.: Recuerden que el homenaje de Eco con el protagonista de El nombre de la Rosa, Guillermo de Baskerville, es doble: Baskerville por Holmes, pero Guillermo por Ockham.
