Dios me libre de mis amigos…

… que de mis enemigos ya me libro yo. Nada es más peligroso que un falso amigo, y no solo al aprender idiomas.

No sé si han visto últimamente alguna serie del oligopolio audiovisual que nos aqueja. Yo estoy aguantando como un titán la soporífera Los anillos de poder, por ejemplo. Pero da igual, vean la que vean lo más probable es que el reparto se parezca más o menos a esto:

cosa que en una serie histórica me parece confuso pero en una fantástica podría ser razonable, pues se elige entre los actores disponibles y nuestras sociedades ya no serán nunca de un solo color. Tampoco me parece mal el teatro kabuki ni el noh, donde los hombres hacen de mujeres (me temo que la cultura woke detesta estas últimas opciones, pero por eso yo soy liberal y ellos no). Que actores no caucásicos interpreten papeles caucásicos no me molestaba en Mucho ruido y pocas nueces y no me molesta ahora.

A no ser que…

Andaba yo pensando en estos términos el otro día (supongo que viendo la citada serie; hay que ponerse a verla siempre pensando en algo para no dormirse) cuando elucubré lo siguiente, porque ya saben que servidor es bastante malpensado.

J. R. R. Tolkien era un escritor blanquito y anglosajón que para proveer a Inglaterra de mitos fundacionales tiró de tradición germánica, más o menos como hizo Wagner en El anillo del nibelungo. No solo lo consiguió sino que nos proporcionó la que es, sin discusión, la obra fantástica más acabada de la literatura del XX (y se lo dice alguien que se está leyendo la trilogía de Gormenghast, de Mervyn Peake, a la que Bloom sí metió en su canon como no hizo con Tolkien). El Señor de los Anillos es culturalmente centroeuropea y por tanto occidental. Es, por muchos motivos que resulta imposible desgranar aquí, pero que atañen a su adscripción medieval, la caracterización de sus criaturas y su profundísimo lore, profundamente occidental.

Dicen los totalitarios, entre los que se encuentra la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, que hay que poner en las películas personas de diferentes razas porque si no eres racista. Pero yo digo lo siguiente:

¿No hay una suerte de imperialismo cultural en coger las leyendas europeas e imponerlas desde una posición económica de dominio y dándole al asunto la apariencia racial de que esas leyendas son de todos?

¿Quiere Amazon demostrar su multiculturalismo? Excelente. Que coja el Ramayana indio y le meta 10 temporadas, y que empotre a actores blancos en papeles no protagonistas, si no queda demasiado ridículo.

¿O por qué no coge Netflix la versión de la epopeya Mwindo, de los banyanga congoleños, transcrita por Kahombo Mateene y Daniel Byebuick y hacen una miniserie? ¿No tiene algo de neocolonialismo maquillar las sagas germánicas (germánicas, precisamente, lo que tiene su aquel) de multiculturalismo antes que rescatar y dar voz a las sagas de los demás?

Conviene ir por el mundo con los ojos bien abiertos, sobre todo ante iluminados y vendedores de crecepelo. Con determinada gente el único texto importante se escribe solo entre líneas.

P. S.: Tengo por ver el último capítulo de Los anillos de poder. Si mantiene las cotas de aburrimiento de los anteriores, lo que tendría cierto mérito, igual dedicamos una entrada a por qué cuando tu única preocupación es no pronunciarte ni decantarte ni ofender a nadie acabas por resultar soporífero.

Votamos con la tarjeta de crédito

El pasado domingo se inauguró una tienda de AliExpress en Madrid. Dicen por ahí que el primero de la fila estuvo dos días. Dos días de su vida. Quería un patinete (regalaban patinetes, que, ojo, cada uno se mata como quiere) pero le regalaron un móvil: el primero se llevaba un móvil. Él, no obstante, prefería el patinete. Dos días en la cola y te regalan lo segundo mejor. Si la calavera de Valle-Inclán no tiene ahora una sonrisa de oreja a oreja no sé cuándo la tendrá. Mi pregunta es: ¿quienes fueron a intentar ahorrarse unas perras a cambio de recorrer más o menos la distancia de la Tierra a la Luna y de algunas -muchas- horas de sus preciadas vacaciones son «gente» en sentido podemita? Intentaré explicar por qué me surge esa duda.

Dado que las multinacionales mandan más que los gobiernos, las compras son más importantes que los votos. Nadie en Occidente le va a decir al Grupo Alibaba cuánto tiene que pagar a sus empleados ni cuáles serán sus condiciones laborales. (De que lo haga el Gobierno chino olvídense: los comunistas no le hacen ascos a una transacción rentable, de Pekín a Galapagar). Nadie en Occidente con una excepción: las únicas personas capaces de limitar el poder de las multinacionales pantagruélicas impositoras de condiciones que a este ritmo terminarán con la tienda de la esquina y con todas las tiendas de todas las esquinas son las mismas que el otro día recorrieron la distancia aproximada entre la Tierra y la Luna para acampar un par de días a la espera de poder adquirir el penúltimo Samsung ahorrándose unas perras. Es como clientes (como no clientes, más bien), y no como votantes, como podemos decidir el modelo de sociedad que queremos.

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Que cada uno se ahorra la pasta como puede, faltaba más. No seré yo quien le diga a nadie lo que tiene que hacer con su vida: para eso están los políticos. Pero no está de más puntualizar que si uno se autopercibe como un tipo concienciado con la lucha social y toda la retórica (porque me temo que es solo retórica) al uso y luego compra en AliBaba o Amazon, uno tiene un serio problema de coherencia. Porque a lo mejor piensan ustedes que el ahorro que se consigue comprando en ellas sale del bolsillo de sus dueños, inversores y/o directivos y no de la jornada 996 (12 horas de trabajo diarias 6 días a la semana) propugnada por Jack Ma o de que en 2018 el 74 % de los trabajadores de los almacenes de Amazon evitaran ir al baño por miedo a represalias.

Dado que las multinacionales mandan más que los gobiernos, las compras son más importantes que los votos

¿Si creo que se vive mejor trabajando en la tienda de la esquina? Sí. Y no solo eso: creo que la tienda de la esquina ayuda a generar un tejido urbano mejor en muchos sentidos. Pero esa es otra historia.

La dialéctica izquierda-derecha es una monserga. Por muy a la izquierda que se diga el Gobierno chino hay pocos trabajadores más puteados que los trabajadores chinos. Como da igual a quién votemos, podemos seguir depositando la papeleta por el procedimiento de brindis al sol: porque todos somos muy socialdemócratas hasta que nos toca soltar la guita. Cuando nos retratamos es al meter el pin, porque el voto es gratis pero la compra no. Cada vez que llega una caja de Amazon cae la careta de un sindicalista.

Verlo todo bajo el prisma político es enfermizo, pero pensar que los actos no tienen consecuencias es aún peor, porque pertenece al ámbito del pensamiento mágico. Para entender a qué me refiero, basta con que abran Twitter al azar.

Queda pendiente hablar de Alexia: por qué creo que la Guerra Fría era un entorno más amigable en el que quien te ponía un micro en casa al menos se encargaba de pagarlo y no te pasaba la factura.