Política para ilusos

Percibo a mi alrededor cierto desencanto producido por los políticos. Cierta desilusión. Es decir, que hubo encanto e ilusión. ¿Cuándo? ¿Por qué? Los políticos llevan miles de años comportándose igual, así que si nos engañan la culpa es nuestra. Hay una serie de malentendidos que deberíamos subsanar:

1. Los políticos quieren que la gente sea feliz. ¿De dónde ha salido eso? Si fuera así se habrían hecho misioneros, o miembros de una ONG. Los políticos no buscan la felicidad de los demás. Buscan el poder. Solo buscan el bien común si perciben que eso aumentará su capital político, lo que es más fácil que ocurra si se trata de una democracia representativa. Eso es todo.

2. A los políticos les preocupa nuestra libertad. Por favor. El político es aquel amigo que decidía a qué se jugaba en el patio, aunque el balón no fuera suyo. El político dedica una gran cantidad de esfuerzo a lograr un estatus que le permita decidir cómo tenemos que comportarnos los demás. A grandes rasgos un político es, sobre todo, un gran entrometido. Llamamos Estado a la herramienta que utiliza para meterse en nuestra vida, por eso son tan peligrosos los partidos que quieren aumentar el tamaño de este. Es como si un caballo le pide al jinete que use una fusta más grande.

3. El político ideal tendrá un comportamiento irreprochable. ¿Y por qué no el zapatero? Hay que tener objetivos realistas: que los políticos sepan leer, por ejemplo.

monos

 

4. Los políticos tienen ideología. Otro error. La ideología es una carga demasiado pesada para llegar con ella a la cima. O la dejan atrás o se quedan atrás con ella.

5. Mi educación es responsabilidad de los políticos. Prefieres pensar eso y estás en tu derecho, pero la educación es responsabilidad de padres, alumnos y profesores. Conseguir el dinero para que sea gratuita es de nuevo un problema de gestión, no de responsabilidad.

6. Merecemos políticos mejores. Los políticos no son un premio, ni un castigo (aunque lo parezcan). No los pone ahí el destino ni son un espejo en que mirarnos. Ni siquiera deberían ser una excusa.

Así funciona la política desde que en una cueva un grupo de personas tuvo que decidir si encender o no el fuego. Probablemente desde antes. Entenderlo nos hará inmunes al desencanto y más resistentes frente a la actividad perniciosa de estos extraños seres.

Entendiendo el 20-D

polls

Como veo cierta confusión, voy a poner a vuestro servicio mis nociones de C. Políticas para explicaros la situación:

1. Han ganado los que han quedado terceros, los que hablan rapeando. Los demás han perdido, incluidos los que han quedado primeros.

2. Los resultados se comparan con los anteriores, salvo en el caso de los que han quedado cuartos, que se comparan con unas encuestas hechas a voleo.

3. Las mayorías absolutas son malas, pero el pluralismo tampoco parece gustar mucho.

4. En un día pueden votar 25 millones de personas y sus votos pueden ser contados en tres horas, pero hacen falta dos meses para que 350 personas elijan al delegado de clase.

5. El único que reconoce estar decepcionado es el que ha quedado quinto en votos y octavo en escaños. A él le cobran más caros los escaños. Puedes pensar que dividir el número de votantes entre el número de escaños sería lo más fácil, pero en política ni lo más fácil ni lo más razonable tienen buena reputación.

6. Si piensas que tu voto vale menos que otros piensa que en realidad puede que no haya valido nada: en 2011 casi dos millones y medio de votos se fueron al limbo por obra y gracia de las circunscripciones y el reparto de los restos.

¿Que quieres cambiar la ley electoral? Funda un partido político y gana las elecciones. Cuando las hayas ganado, piensa que lo has hecho gracias a esa ley electoral. Si entonces sigues queriendo cambiarla es que no eres un verdadero político.