¿La izquierda era esto?

¿La superioridad moral de la izquierda era gastar el dinero de todos (pero sobre todo el de los pobres) en pagar un sueldo millonario a un cómico que se gana la vida preguntando a la gente cuánto dinero tiene y otros detalles aún más edificantes?

¿La revolución democrática de la izquierda consistía en pagar sueldo de futbolista (pero a estos les pagan clubes privados) a un palmero de Narciso?

Quizá usted, joven amigo, está en busca de su primer trabajo o ejerciéndolo. Quizá con buena voluntad o falta de experiencia considere que el socialismo es realmente una vía hacia la igualdad. Barrunta, no obstante, que algún motivo habrá para que tanto comunista de juventud se transforme en liberal reclacitrante con el paso de los años.

Y he aquí que le da a usted, joven lector, por calcular qué fracción de su sueldo ―mayor la fracción cuanto más exiguo el sueldo― irá a parar íntegramente al bolsillo del pachacho millonario del régimen, es decir, con toda propiedad, al bufón de la corte.

Lo que es peor, cae en la cuenta de que durante un ratito cada año usted permanece en su puesto de trabajo, usted aguanta a su jefe o carga sacos terreros exclusivamente para hacer más rico al vocero del tirano, al gracioso que hace años se ganaba la fama afeando a los trabajadores liberales (mucho menos ricos que él ahora) que fueran trabajadores liberales.

Cabe entonces la posibilidad de que comience a entender a Escohotado, Losantos, Moa, Albiac, Díez, Dragó, Leguina, Redondo y todos aquellos exmarxistas que sospechan desde hace tiempo que el socialismo español huele a muerto, o más bien a prostíbulo. No son palabras bonitas. Tampoco lo eran cuando la «escritora» Maruja Torres llamaba «hijos de puta» a los votantes del PP. O cuando la que probablemente ha sido la ministra menos formada de Occidente ha llamado al novio de Ayuso el «novio de la muerte».

Hemos perdido el miedo, porque o lo perdemos ahora o nos pasaremos el resto de nuestra vida preguntándonos cómo pudimos convertirnos en Venezuela o Corea del Norte nosotros, que estuvimos a punto de volver a ser un país de ciudadanos.

Los 15 000 milloncejos

Vamos a intentar hablar con propiedad. Comprar los 7 votos de ERC nos va a costar a ustedes y a mí 15 000 millones de euros. Más de 2000 millones por voto. Me parece caro, sobre todo teniendo en cuenta que lo que estamos comprando es la permanencia de un tipo incapaz de distinguir a estas alturas la verdad de la mentira.

Que digo yo que si estuviéramos comprando el indulto de Sócrates, lo mismo salía a cuenta. Pero 15 000 millones por la poltrona del Sombrío me parece excesivo. Como le dé por ser rey (su no tan secreta aspiración) la factura se nos pone imposible.

Son cifras altas: intentemos comparar, es decir, establecer su coste de oportunidad. El presupuesto de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, por poner un ejemplo, ha sido de 574,63 millones de euros para 2023. Veintiséis veces menos.

Que un Gobierno que presume de social y solidario se gaste 26 veces más de mi dinero en mantenerse en el poder que en cooperación y desarrollo a mí me parece un insulto. Llevar agua a quien no tiene agua tiene que ser más importante que comprar votos para mantener a Sánchez en el poder. Si no, todo está mal.

Pero esperen, que con comprar los votos de ERC no es suficiente. Quedan los otros independentistas, los proetarras, los que recogían las nueces y los gallegos, que aunque no hacen falta algo les caerá. Sumar entiendo yo que se lo irá llevando muerto desde los ministerios que les regalen.

Ahora pensemos de dónde sale. Pagamos de media un 39,5 % de impuestos de nuestro sueldo. Directamente. Un 40 % para Junqueras. Con el 60 % restante voy a echar gasolina. Habiendo pagado ya el 40 %, sería de esperar que me dejen comprar la gasolina sin más mordidas… pues no.

Cuando introduzco el boquerel en el depósito de mi utilitario aparece Junqueras junto al maletero y, arrodillado, señala hacia su boca abierta. Nene tiene sed. Del 60 % que me deja Hacienda, ahora palmo el 47 % regando al golpista. Un 28 del total. Me queda, por tanto, el 32 % de mi sueldo para comprar la gasolina. De cada euro que gano, con 32 céntimos puedo hacer lo que quiera. El resto es para pagar los votos de golpistas, filoetarras, recogedores de nueces y la del cobete.

No sé, pero a mí esto me pone un poco tenso. Si a lo anterior le añadimos que para que Sánchez gobierne va a ser necesario conculcar lo que nos separa de vivir en un estado salvaje, es decir, la Constitución, la cosa me pone bastante más tenso.

Uno nunca sale de casa hasta que sale. Los ciudadanos de orden no nos enfadamos hasta que lo hacemos. Pero entonces la revuelta no es la de cuatro pijos catalanes quemando un contenedor para que les paguemos la deuda (¿quién querría independizarse mientras los reguemos de dinero a este ritmo?).

Si nuestros servidores no respetan la ley estarán justificando que el pueblo, soberano, tampoco lo haga. Sánchez ha puesto a España en un brete secular. Quizá el poder judicial respete su nombre y ponga coto a las actividades delictivas de este Narciso desatado. Si no lo hace, España se va a poner muy difícil.

Por qué le vamos a perdonar al PSOE todo esto

Porque siempre lo hemos hecho.

Imaginen un partido político que en 1934 organizara una revolución (pueden llamarlo golpe de Estado, levantamiento o estallido de una guerra civil, como lo consideró el Gobierno) contra el Estado constitucional de la Segunda República española, revolución durante la cual se asesinara a guardias civiles y religiosos. Durante la cual se volara el barrio comercial de Oviedo, la Universidad o la Cámara Santa de la catedral de la capital de Asturias. Un golpe de Estado (en Mieres ya se planeaba marchar hacia Madrid) que solo se diferenciaría del de julio del 36 en que este cuajó y aquel no.

Imaginen que, sobre el golpe, Josep Pla hubiera escrito en La Veu de Catalunya: «Esta es la obra del socialismo y del comunismo en comandita con los hombres de Esquerra Catalana. Han sembrado por doquier la destrucción, las lágrimas y el cieno. Cuando se ve Oviedo -como yo acabo de verla- en el estado en que se encuentra, no hay justificación posible de la política que ha provocado semejantes estragos».

Imaginen que dicho partido político concurriera actualmente a las elecciones legislativas de España bajo las mismas siglas que entonces (hasta Herri Batasuna tuvo que cambiar de nombre) y que, de hecho, fuera el partido político que más años ha gobernado en nuestra última democracia. Difícil de imaginar, ¿verdad? Pongamos, solo como hipótesis, que dicho partido se llamara PSOE.

Imaginen que el secretario general del PSOE que organizó el golpe de Estado del 34 fuera venerado por el partido actual, y que incluso tuviera una placa y una estatua en las calles de Madrid (Memoria Democrática, solo para algunos). Por cierto, que Largo Caballero también había colaborado con la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Un marxista no le hace ascos a ninguna dictadura, y si no pregúntenle a Víctor Manuel.

Largo Caballero, golpista bueno. Cerca había una estatua de Franco cuya retirada le obsequió el PSOE a Santiago Carrillo (otro pacifista) por su 90 cumpleaños

Imaginen que el fundador de ese partido (imaginen, a pesar de lo inverosímil del asunto, que se llamara Pablo Iglesias) hubiera amenazado en 1910 y en sede parlamentaria al expresidente del Gobierno Antonio Maura con un «atentado personal».

Imaginen que una diputada de dicho partido, llamémosla Margarita Nelken (quien, ya que estamos, paradójicamente votó en el Congreso en contra del voto femenino) hubiera dado cobijo a uno de los matones que acabó con la vida del diputado Calvo Sotelo, o que quien apretó el gatillo, Luis Cuenca, fuera guardaespaldas del otro miembro del PSOE detrás del golpe del 34, Indalecio Prieto. Este también tiene estatua, al lado de la otra joya.

Todo esto ocurrió, insisto, antes del 18 de julio del 36.

El PSOE, que no para de utilizar la dictadura como arma arrojadiza ante partidos que nunca se han declarado herederos políticos ni ideológicos (difícil que un dictador tenga ideas) de Franco, quizá debiera explicar por qué ellos sí se pueden sentir orgullosos de los paseíllos a medianoche o de levantarse contra la Constitución de 1931.

Esta mañana un concejal del PSOE le ha puesto la mano en la cara al alcalde de Madrid, que Dios sabe que no es santo de mi devoción, durante un Pleno del Ayuntamiento. La mano en la cara.

En 1979 el PSOE abandonó el marxismo como ideología oficial, y en 2004 Zapatero, quien alardearía de ser «rojo», se convirtió en presidente del Gobierno. Esos 25 años constituyen la excepción en la historia del PSOE, lo demás es su verdadera esencia. Son González, Rosa Díez, Leguina o Redondo Terreros quienes habitaron una isla socialdemócrata. Lo demás, de Casa Labra hasta hoy, es un océano de socialismo a la soviética.

Pactando con terroristas y golpistas, el PSOE no se está radicalizando ni está traicionando sus principios, sino volviendo a sus orígenes. A Sánchez se le puede afear no tener conciencia o ser Narciso redivivo, pero de lo que de ninguna manera se le pude acusar es de no ser un digno secretario general del Partido Socialista Obrero Español.

P. S.: La primera imagen corresponde a la Universidad de Oviedo tras las reformas acometidas por socialistas y comunistas. Parecida están dejando la facultad de Políticas en Somosaguas.

¿Existe el PP?

Yo tengo la plena consciencia de que el PSOE existe. Y además es uno y no trino, ni siquiera hay un viejo y un nuevo PSOE: al que opina lo expulsan. Sé que el PSOE existe porque es el partido que considera aliados políticos a los etarras (¿se puede dejar de ser etarra si se sigue estando orgulloso de los asesinatos?) y a los prófugos de la justicia. Es el partido que tiene mejor opinión de Otegi que de Ayuso, el partido que ha logrado que haya en España ministros comunistas y que, de la mano con ellos, excarcela a violadores.

Uno puede tener mejor o peor opinión de los terroristas y de los violadores, pero lo impepinable es que el PSOE existe.

Ahora bien, ¿existe el PP? Fotos, no palabras:

¿Echan de menos a alguien? Pero no dejemos pasar la oportunidad de un curso acelerado de lenguaje corporal: Abascal cabalga hacia el atril mientras en su mente suena la música de Bonanza. Yoli trae el Sóviet al siglo XXI: un Sóviet que se contonea. En cuanto al amado líder, observen ese brazo tieso. Caminar con el brazo tieso es patrimonio de los sombríos. El tipo es carne de novela de Blasco Ibáñez

El PP consideró oportuno repetir la ingeniosa maniobra que ayudó a Arenas a NO gobernar Andalucía y NO asistió al debate previo al 23-J.

Pero no se vayan todavía, que aún hay más. En 2008, cuando Mariano Rajoy pronunció aquello de «Si alguien quiere irse al partido liberal o al conservador, que se vaya», dejó claro que cualquier rastro de principios, pensamiento o tradición política se iba por el sumidero de Génova, quedando, a juzgar por la rapiña impositiva de los ministros peperos, una socialdemocracia CUNEF, un PSOE con mocasines. Por cierto, foto de Rajoy:

A la derecha de Soraya. El de las asas

¿Quieren más? Vayamos con Almeida, el alcalde de los madrileños colchoneros, que lo mismo promete libertad para los conductores que amplía las prohibiciones. Almeida encarna perfectamente aquel PP que encargó a Gallardón una ley que tratara al aborto como lo que es para luego tirar a ambos al olvidadero de la historia.

Almeida es el socialdemócrata (el Atleti es la socialdemocracia esencial) que saca peores resultados que Ayuso, que sí existe y sí es liberal, pero como en el PP no hay más que atriles vacíos y escaños con bolsos, nadie se da cuenta de que por donde se le están escapando los votos es por la derecha y no por la izquierda, porque la izquierda odia al PP y todo lo que representa(ba), y estima conveniente la expulsión de Nicolás Redondo, porque hoy ―y convendría que comenzáramos a entender esto― el votante medio del PSOE se siente mucho más a gusto al lado de una serpiente que de un charrán.

Así las cosas, al PP solo le queda un obstáculo para abrazar la más completa inexistencia y se llama Isabel Natividad (comunismo o libertad), pero si en Génova se muestran fieles a sus tendencias suicidas y logran hacerle a Ayuso un gallardón como ya intentó Casado mientras Almeida le sujetaba los puñales, entonces al fin podremos atisbar el fin de las dos Españas, porque ya solo habrá una, una España comunista y antiespañola con unas mechas, eso sí, como Dios manda.

P. S.: No sé si conocen el hecho, pero es para conocerlo: cuando tenía cuatro años, a Yolanda Díaz le besó la mano ¡Santiago Carrillo! Tienen ustedes una vicepresidenta con una mano incorruptible y quizá lo ignoraban. Dice Yoli que se sintió impresionada, sin duda porque con cuatro años tenía un conocimiento profundo de la historia (no de Paracuellos) y comprendía la trascendencia del momento. Allí nació, por lo visto, su vocación política. Lo que no cuenta, quizá por modestia, es que el besamanos fue tan impactante que los cuatro años se le agarraron a la laringe y allí se le quedaron.

P. S.: La foto original es de Cati Cladera para EFE.

El PSOE pródigo

El error que el PSOE parece haber comprendido es que el «cordón sanitario» que tendió durante mucho tiempo en torno al PP tenía un efecto no deseado sobre su propio partido.

Al echarse al monte, al intentar deslegitimar al PP, al utilizar la estrategia del abuelo del Zapatero (al que probablemente ningún votante del PP recuerde haber matado), lo que hicieron los muy lumbreras fue dejar a los populares no ya el centro político, sino todo lo que estuviera intramuros del sistema.

De lo que no se habían dado cuenta en Ferraz es de que la estrategia (el primero en utilizar la expresión cordón sanitario en un contexto político fue Clemenceau para referirse al aislamiento del comunismo tras Versalles) no solo trataba como un apestado al PP, sino también a sus más de once millones de potenciales votantes, algunos de los cuales han votado socialista en el pasado. De repente el PSOE se quedó en tierra de nadie: por un lado había establecido la intolerancia ante la corrupción como cleavage electoral, sin querer aceptar que en ese acantilado compartía cornisa con las gaviotas corruptas; por el otro intentaba codearse con la izquierda radical y los independentistas, sin asumir que a desharrapados no pueden competir con los falsos perroflautas podemitas (en realidad son niños mal de familia bien) y que la base social que solía votarlos enarbola mayoritariamente la rojigualda, por mucho que Zapatiesta intentara desteñirle un trocito.

zp
—De esta hundimos al PP, tú sígueme el rollo. Jijijí.

Ante el entusiasmo con que ZP primero y Sánchez después habían navegado hacia el abismo, los propios comunistas tuvieron que pararles los pies. «En las barricadas no hay sitio para todos», debieron pensar: primero fue Iglesias y la cal viva y ayer todo el bloque radical gañendo cual lechones. Lo de ayer (un PSOE boqueando en busca de oxígeno, tirando de orgullo tras el rebuzno rufianesco, las bancadas populares y ciudadanas brindándoles su apoyo) fue profundamente simbólico: el regreso del socialismo a los márgenes constitucionales que por derecho propio —y los derechos conllevan obligaciones— constituyen sus propios márgenes.

Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.

Lucas 15: 23-24

P. S.: Sobre el podemismo bipolar que es capaz de sitiarse a sí mismo y llamar «putas» a las mujeres que no piensan como ellos, mejor otro día, que hoy no me he tomado el antiácido.

Entendiendo el 26-J

Lo estabais esperando. Aquí está mi interpretación libre (pero con la moderación y templanza que me caracterizan) del evento de ayer.

El ganador de los comicios fue Cela, que dijo aquello de «en España, el que resiste gana». Si la táctica favorita de Rajoy (el de gran cachaza) era la inacción, a partir de ahora se va a mover menos que la guardia de Qin Shi Huang.

Rajoy

Sánchez (el que sonríe al viento) es un tipo estupendo. A Sánchez lo pones en el Titanic y el tío lo mismo te suelta que «peor quedó el iceberg». Necesitamos más gente optimista. Está a 91 escaños de la mayoría absoluta, pero con Pablo Iglesias (el otro) el PSOE sacó solo un escaño en 1910 y nadie lo critica.

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Los que son comunistas pero ya no lo dicen se presentaron con los que son comunistas y lo mantienen. Errejón (el de fino cutis) previno a Iglesias (de luenga guedeja) de que no era tan buena idea como parecía, y parece ser que tenía razón, porque despistaron a comunistas, excomunistas, pseudocomunistas y tardocomunistas. Una pena, porque habría sido una ocasión estupenda para comprobar si Garzón (de gesto adusto) dispone de músculos risorios.

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Rivera (el de brazo fornido) tuvo dificultades para posicionarse ante el electorado, y sobre todo para que el electorado supiese quién era el enemigo de Rivera. En política eso es muy importante, porque tener el mismo enemigo que los votantes te une mucho a ellos. Un odio en común establece vínculos más fuertes que un mismo afecto.

Rivera.pngLa cuestión es que estamos igual que en diciembre, pero hemos gastado mucho más dinero y perdido más tiempo, que son las dos funciones básicas de la política.

Y lo más importante es que, en contra de lo que te digan los de enfrente, y tanto si has votado cachaza o guedeja, has votado bien. Has hecho muy bien en votar a quien te haya parecido, o en no votar: ser demócrata no es presumir de serlo, sino respetar las opiniones de los demás. Las incomprensibles. Las que nos encocoran. Lo demás es blablablá, y del peligroso.