El presidente emo

Ha nacido la emopolítica.

En 1944 George Orwell comenzó a escribir una obra ambientada en 1984 que describe una de las maneras en que el mundo puede irse al carajo. Por cuestiones de simetría este es, por tanto, el mejor año para hablar de ella.

Hay muchos motivos por los que 1984 constituye una genialidad inmortal, pero uno de los más inasibles y brillantes es la decisión tomada por el escritor según la cual en su distopía aborrecible sería el ministerio del Amor el que se encargara de la seguridad, es decir, de la denuncia, tortura y eventual desaparición de los desafectos al régimen.

Esta utilización de lo emocional ―los profesores tenemos emotividad hasta en la sopa, aunque curiosamente en menor medida en colegios donde los alumnos están gravemente enfermos― para manipular a las masas, esta justificación de la barbarie y la violación del Estado de Derecho a través de una sensiblería impuesta es algo que en 2024 se estudia en las facultades de Politología, pero que en 1944 resultaba tan insospechado que solo un genio como Orwell podía haberlo aventurado.

El Narciso enamorado que nos hemos buscado como líder y los gimoteos del que no es McNamara al leer las transidas líneas del Narciso enamorado han puesto a sus huestes apuntando hacia el poder judicial, la oposición, la prensa y todo aquel que no atienda a las razones del corazón.

El mismísimo Patxi a-ti-qué-más-te-da López, que habitualmente gasta la indolencia del matón de vía estrecha, ha acusado al PP de «burlarse del amor». Insisto; Patxi López ha acusado al partido más votado de España de «burlarse del amor». Burlarse del amor no, Juan, eso no. La vida política española es mucho más paródica que Loles León.

La cosa daría para disfrute si no nos fuera la democracia en ello. Porque tanto el Narciso enamorado como el que no es McNamara como a-ti-qué-más-te-da saben perfectamente que a estas alturas millones de españoles creen que en política es más importante el amor (así, a granel) que gozar de un Estado social y democrático de Derecho.

Viendo en peligro a Amor ―y esto se parece cada vez más a un soneto del Siglo de Oro― hordas de quinceañeros abrazados a sus carpetas forradas con fotos de Narciso enamorado han salido a la calle real y a la virtual a reclamar el fin de la independencia del poder judicial, es decir, el fin del Estado de Derecho, y eso es precisamente lo que querían el Narciso enamorado, el que no es McNamara y a-ti-qué-más-te-da.

Podemos y debemos, por tanto, desternillarnos de la sensiblería hiperbólica con que nos ha salido el comunismo patrio, porque uno nunca sabe cuántas carcajadas le quedan, pero más nos vale que sea una risa nerviosa, como de tragedia inminente, no vaya a ser que nos despistemos y el Gran Hermano proceda a nuestra reeducación antes de que nos percatemos.

P. S.: Díganme si Orwell no se ventila a Nostradamus; el lema del ministerio del Amor es «La guerra es paz. La libertad es esclavitud. La ignorancia es fuerza». Escalofriante.

¿La izquierda era esto?

¿La superioridad moral de la izquierda era gastar el dinero de todos (pero sobre todo el de los pobres) en pagar un sueldo millonario a un cómico que se gana la vida preguntando a la gente cuánto dinero tiene y otros detalles aún más edificantes?

¿La revolución democrática de la izquierda consistía en pagar sueldo de futbolista (pero a estos les pagan clubes privados) a un palmero de Narciso?

Quizá usted, joven amigo, está en busca de su primer trabajo o ejerciéndolo. Quizá con buena voluntad o falta de experiencia considere que el socialismo es realmente una vía hacia la igualdad. Barrunta, no obstante, que algún motivo habrá para que tanto comunista de juventud se transforme en liberal reclacitrante con el paso de los años.

Y he aquí que le da a usted, joven lector, por calcular qué fracción de su sueldo ―mayor la fracción cuanto más exiguo el sueldo― irá a parar íntegramente al bolsillo del pachacho millonario del régimen, es decir, con toda propiedad, al bufón de la corte.

Lo que es peor, cae en la cuenta de que durante un ratito cada año usted permanece en su puesto de trabajo, usted aguanta a su jefe o carga sacos terreros exclusivamente para hacer más rico al vocero del tirano, al gracioso que hace años se ganaba la fama afeando a los trabajadores liberales (mucho menos ricos que él ahora) que fueran trabajadores liberales.

Cabe entonces la posibilidad de que comience a entender a Escohotado, Losantos, Moa, Albiac, Díez, Dragó, Leguina, Redondo y todos aquellos exmarxistas que sospechan desde hace tiempo que el socialismo español huele a muerto, o más bien a prostíbulo. No son palabras bonitas. Tampoco lo eran cuando la «escritora» Maruja Torres llamaba «hijos de puta» a los votantes del PP. O cuando la que probablemente ha sido la ministra menos formada de Occidente ha llamado al novio de Ayuso el «novio de la muerte».

Hemos perdido el miedo, porque o lo perdemos ahora o nos pasaremos el resto de nuestra vida preguntándonos cómo pudimos convertirnos en Venezuela o Corea del Norte nosotros, que estuvimos a punto de volver a ser un país de ciudadanos.

¿Y si España sobrevive?

No se preocupen; no se trata de un rapto de optimismo sino de una mera hipótesis.

¿Qué ocurriría si las instituciones que nos dio la transición demostraran ser lo suficientemente fuertes como para soportar las embestidas de este Narciso alucinado y su reata de palmeros?

¿No sería ese el primer momento real de legítimo orgullo desde la propia aprobación de la Constitución en el 78? Imaginen: significaría que vivimos en una democracia razonablemente fuerte y mínimamente asentada. Sería un momento de insólita serenidad (antes de que Putin nos invada, quiero decir), pero también de orgullo y confianza en la que siempre ha sido en el fondo la madre del cordero: el ordenamiento jurídico y los hombres y mujeres que velan por su cumplimiento.

No conviene llevarles la contraria

No se precipiten: a este perdonavidas no lo vamos a echar de la Moncloa jamás. Hará todo lo que esté en su mano ―ya ha empezado a hacerlo― para subvertir las reglas e instalarse definitivamente en el poder. La única solución ante un trastorno de este calibre es construir un palacio gemelo del Palacio de la Moncloa al lado del Palacio de la Moncloa e instalarlo allí hasta que Nerón y Fernando VII lo llamen a su lado. El dinero gastado en actores que hagan de ministros y perpetúen la ficción de que la dictadura ha triunfado será dinero bien invertido. No veo otra.

De ratas y barcos

No obstante lo anterior, nos hemos ganado un perverso placer, el que nos depararía el panorama político si todo saliere bien: contemplar cómo los palmeros-de-presentación-de-libro, los palmeros-diputados, los palmeros-indultados, los palmeros-Lo-País y todos los demás tipos de palmeros, perciben que esta inclinación del barco ya pasa de castaño oscuro y es mejor lanzarse por la borda en pos de la vida de náufrago que irse a pique con el invento.

Seremos malos, malísimos, pero disfrutaremos como críos escuchando a los otrora serviles lamelibranquios su retahíla de excusas: «yo no sabía»… «quién nos lo iba a decir»… «un hombre tan atractivo»…

Ya queda menos. No desesperen. Las cuadernas ya han comenzado a crujir.

¿Qué te ha hecho a ti la Gestapo?

Preguntada por Évole (se ve que le tocaba jugar en casa) sobre el sano desprecio que Ayuso siente por el comunismo, la excelente cantante y más deficitaria intelectual Ana Belén se preguntaba cándida «¿Qué le ha hecho a Ayuso el comunismo?». A primera vista el argumento implícito es tan estúpido que no merece la pena detenerse, pero estamos ante otro caso en que la estupidez oculta la maldad.

Las connotaciones de lo dicho interesan más que lo dicho en personas profundamente ideologizadas o que presumen de estarlo, y en el caso que nos ocupa a mí la frasecita me recordaba a algo. ¿A qué?

Por esas mismas fechas el dimitido entrenador del segundo equipo de Cataluña, después de volver al trigo con la conspiración judeomasónica según la cual el Madrí gana porque el segundo equipo de Cataluña no le pagaba suficiente dinero al vicepresidente de los árbitros, contestaba a un Ancelotti atónito con un «Esto no va contigo». El «esto no va contigo» a mí me recuerda al sicario que recomienda al vecino de un represaliado que cierre la puerta mientras se llevan al futuro cadáver. El mismo eco lejano de amenaza: los comunistas no nos han hecho nada… todavía.

Y entonces apareció en mi mente el mamporrero del grupo socialista y su «¿A ti qué más te da?». ¿No perciben en la chulería que le brinda a Patxi la impunidad el mismo tufillo amenazante? Puede verbalizarse de otras formas si conviene: es el tú-no-te-metas de patio de colegio, un cuidado-con-quién-vas, un ese-Steinman-no-te-conviene.

Para que el mal triunfe solo hace falta que los buenos no hagan nada, que permitan que el prójimo sufra solo porque se trata del prójimo y no de uno mismo.

Lo explica mucho mejor Martin Niemöller, el pastor luterano alemán que comenzó simpatizando con los nazis y terminó en un campo de concentración cuando le dio por pensar con la cabeza:

«Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista.

Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío.

Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre».

Tener un gobierno con ministros comunistas no es una amenaza lejana: que los hubiera en el Gobierno que salió de las elecciones francesas del 45 fue uno de los factores que decidió a los yanquis por implementar el Plan Marshall a partir del 48.

Las dictaduras no siempre dimanan de golpes de Estado: a veces se instalan paulatinamente y desde las urnas. En España ya se ha violentado el Estado de Derecho a través de la violación de la separación de poderes y la impunidad de algunos está más que consolidada. Se dispara a fundadores de partidos políticos en el portal de su casa y se jalea el asesinato de guardias civiles. Lo mismo a nosotros el socialcomunismo sí ha empezado a hacernos algo.

Dar las cosas por sentadas

Por esto éramos tan pesados con el asunto de educar a personas para crear ciudadanos. En lo individual, a mí como si el prójimo no quiere aprender a hablar y pasa su vida gruñendo (que alguno hay, no crean).

Pero el caso es que vivimos en sociedad, y la calidad de nuestra vida depende de la educación de los demás. Porque los demás terminan por votar, y la experiencia demuestra que votar a un tirano entra dentro de las posibilidades del español medio.

Y es que lo primero que dimos por supuesto fue la educación: hagamos lo que hagamos, habrá una serie de conocimientos comunes a todos. Pues no. Todos los gobiernos de la democracia han permitido que se recorriera el siniestro camino de la ignorancia: hoy ningún adolescente lee el periódico y la mayoría no lo entendería si lo hiciera.

Y es que resulta que para defender el Estado de Derecho hay que saber lo que es un Estado de Derecho. Pero ahora mismo es tarde para eso.

¿Qué hacer?

Las cosas se solucionan desde la raíz, pero estamos en una situación de emergencia que reclama que seamos prácticos. ¿Qué hacer, entonces?

Podemos agrupar a los que siguen apoyando al tirano en tres grupos: ignorantes (menores de 30 años y cuñados en general), paniaguados (como Miguel Rellán) y marxistas (como Yolanda Díaz). En realidad podemos meter a Tenacillas en los tres grupos, pero así queda más claro.

Con los dos últimos grupos no hay nada que hacer. Unos están demasiado apesebrados como para levantar la cabeza del comedero y los segundos están podridos de odio.

Nos quedan entonces los ignorantes. Aquellos que no saben lo que significó el siglo XVIII en política y/o que piensan que Montesquieu es el nombre de un mosquetero. Y ahí tenemos una labor que hacer, una labor didáctica que puede hacerse con calma pero, me temo, también con prisa.

Porque igual que hay Leguinas y Redondos, hay en su entorno de usted personas buenas y equivocadas, personas que si comprenden que sin Estado de Derecho ni separación de poderes esto es básicamente la Edad Media, la Alemania nazi o la URSS estalinista probablemente experimenten la furia del converso y se transformen a su vez en focos de razón. No olviden que no hace tanto (2016) el PSOE, antes de pudrirse por completo, intentó poner coto al tirano.

Así que la próxima vez que en animada reunión familiar o social alguien rebuzne, en lugar de rasgarse las vestiduras y entrar al trapo, compruebe primero si el rebuznante es recuperable y, de ser así, comience una historia con palabras muy sencillitas sobre unos tipos muy leídos que decidieron que las monarquías absolutistas quizá no fueran una buena idea porque…

P. S.: Sobre la ausencia de educación: el paradigma de la demonización de la memoria es desde hace décadas la lista de reyes godos. ¿Para qué aprenderse la lista de reyes godos?, preguntaban los neopedagogos. Para proveer al imaginario colectivo de un pasado común, de una memoria de comunidad.

P. S.: Eduquemos, pero sin abandonar la calle. Tenemos razón, y posiblemente seamos más.

Los 15 000 milloncejos

Vamos a intentar hablar con propiedad. Comprar los 7 votos de ERC nos va a costar a ustedes y a mí 15 000 millones de euros. Más de 2000 millones por voto. Me parece caro, sobre todo teniendo en cuenta que lo que estamos comprando es la permanencia de un tipo incapaz de distinguir a estas alturas la verdad de la mentira.

Que digo yo que si estuviéramos comprando el indulto de Sócrates, lo mismo salía a cuenta. Pero 15 000 millones por la poltrona del Sombrío me parece excesivo. Como le dé por ser rey (su no tan secreta aspiración) la factura se nos pone imposible.

Son cifras altas: intentemos comparar, es decir, establecer su coste de oportunidad. El presupuesto de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, por poner un ejemplo, ha sido de 574,63 millones de euros para 2023. Veintiséis veces menos.

Que un Gobierno que presume de social y solidario se gaste 26 veces más de mi dinero en mantenerse en el poder que en cooperación y desarrollo a mí me parece un insulto. Llevar agua a quien no tiene agua tiene que ser más importante que comprar votos para mantener a Sánchez en el poder. Si no, todo está mal.

Pero esperen, que con comprar los votos de ERC no es suficiente. Quedan los otros independentistas, los proetarras, los que recogían las nueces y los gallegos, que aunque no hacen falta algo les caerá. Sumar entiendo yo que se lo irá llevando muerto desde los ministerios que les regalen.

Ahora pensemos de dónde sale. Pagamos de media un 39,5 % de impuestos de nuestro sueldo. Directamente. Un 40 % para Junqueras. Con el 60 % restante voy a echar gasolina. Habiendo pagado ya el 40 %, sería de esperar que me dejen comprar la gasolina sin más mordidas… pues no.

Cuando introduzco el boquerel en el depósito de mi utilitario aparece Junqueras junto al maletero y, arrodillado, señala hacia su boca abierta. Nene tiene sed. Del 60 % que me deja Hacienda, ahora palmo el 47 % regando al golpista. Un 28 del total. Me queda, por tanto, el 32 % de mi sueldo para comprar la gasolina. De cada euro que gano, con 32 céntimos puedo hacer lo que quiera. El resto es para pagar los votos de golpistas, filoetarras, recogedores de nueces y la del cobete.

No sé, pero a mí esto me pone un poco tenso. Si a lo anterior le añadimos que para que Sánchez gobierne va a ser necesario conculcar lo que nos separa de vivir en un estado salvaje, es decir, la Constitución, la cosa me pone bastante más tenso.

Uno nunca sale de casa hasta que sale. Los ciudadanos de orden no nos enfadamos hasta que lo hacemos. Pero entonces la revuelta no es la de cuatro pijos catalanes quemando un contenedor para que les paguemos la deuda (¿quién querría independizarse mientras los reguemos de dinero a este ritmo?).

Si nuestros servidores no respetan la ley estarán justificando que el pueblo, soberano, tampoco lo haga. Sánchez ha puesto a España en un brete secular. Quizá el poder judicial respete su nombre y ponga coto a las actividades delictivas de este Narciso desatado. Si no lo hace, España se va a poner muy difícil.

Por qué le vamos a perdonar al PSOE todo esto

Porque siempre lo hemos hecho.

Imaginen un partido político que en 1934 organizara una revolución (pueden llamarlo golpe de Estado, levantamiento o estallido de una guerra civil, como lo consideró el Gobierno) contra el Estado constitucional de la Segunda República española, revolución durante la cual se asesinara a guardias civiles y religiosos. Durante la cual se volara el barrio comercial de Oviedo, la Universidad o la Cámara Santa de la catedral de la capital de Asturias. Un golpe de Estado (en Mieres ya se planeaba marchar hacia Madrid) que solo se diferenciaría del de julio del 36 en que este cuajó y aquel no.

Imaginen que, sobre el golpe, Josep Pla hubiera escrito en La Veu de Catalunya: «Esta es la obra del socialismo y del comunismo en comandita con los hombres de Esquerra Catalana. Han sembrado por doquier la destrucción, las lágrimas y el cieno. Cuando se ve Oviedo -como yo acabo de verla- en el estado en que se encuentra, no hay justificación posible de la política que ha provocado semejantes estragos».

Imaginen que dicho partido político concurriera actualmente a las elecciones legislativas de España bajo las mismas siglas que entonces (hasta Herri Batasuna tuvo que cambiar de nombre) y que, de hecho, fuera el partido político que más años ha gobernado en nuestra última democracia. Difícil de imaginar, ¿verdad? Pongamos, solo como hipótesis, que dicho partido se llamara PSOE.

Imaginen que el secretario general del PSOE que organizó el golpe de Estado del 34 fuera venerado por el partido actual, y que incluso tuviera una placa y una estatua en las calles de Madrid (Memoria Democrática, solo para algunos). Por cierto, que Largo Caballero también había colaborado con la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Un marxista no le hace ascos a ninguna dictadura, y si no pregúntenle a Víctor Manuel.

Largo Caballero, golpista bueno. Cerca había una estatua de Franco cuya retirada le obsequió el PSOE a Santiago Carrillo (otro pacifista) por su 90 cumpleaños

Imaginen que el fundador de ese partido (imaginen, a pesar de lo inverosímil del asunto, que se llamara Pablo Iglesias) hubiera amenazado en 1910 y en sede parlamentaria al expresidente del Gobierno Antonio Maura con un «atentado personal».

Imaginen que una diputada de dicho partido, llamémosla Margarita Nelken (quien, ya que estamos, paradójicamente votó en el Congreso en contra del voto femenino) hubiera dado cobijo a uno de los matones que acabó con la vida del diputado Calvo Sotelo, o que quien apretó el gatillo, Luis Cuenca, fuera guardaespaldas del otro miembro del PSOE detrás del golpe del 34, Indalecio Prieto. Este también tiene estatua, al lado de la otra joya.

Todo esto ocurrió, insisto, antes del 18 de julio del 36.

El PSOE, que no para de utilizar la dictadura como arma arrojadiza ante partidos que nunca se han declarado herederos políticos ni ideológicos (difícil que un dictador tenga ideas) de Franco, quizá debiera explicar por qué ellos sí se pueden sentir orgullosos de los paseíllos a medianoche o de levantarse contra la Constitución de 1931.

Esta mañana un concejal del PSOE le ha puesto la mano en la cara al alcalde de Madrid, que Dios sabe que no es santo de mi devoción, durante un Pleno del Ayuntamiento. La mano en la cara.

En 1979 el PSOE abandonó el marxismo como ideología oficial, y en 2004 Zapatero, quien alardearía de ser «rojo», se convirtió en presidente del Gobierno. Esos 25 años constituyen la excepción en la historia del PSOE, lo demás es su verdadera esencia. Son González, Rosa Díez, Leguina o Redondo Terreros quienes habitaron una isla socialdemócrata. Lo demás, de Casa Labra hasta hoy, es un océano de socialismo a la soviética.

Pactando con terroristas y golpistas, el PSOE no se está radicalizando ni está traicionando sus principios, sino volviendo a sus orígenes. A Sánchez se le puede afear no tener conciencia o ser Narciso redivivo, pero de lo que de ninguna manera se le pude acusar es de no ser un digno secretario general del Partido Socialista Obrero Español.

P. S.: La primera imagen corresponde a la Universidad de Oviedo tras las reformas acometidas por socialistas y comunistas. Parecida están dejando la facultad de Políticas en Somosaguas.

¿Existe el PP?

Yo tengo la plena consciencia de que el PSOE existe. Y además es uno y no trino, ni siquiera hay un viejo y un nuevo PSOE: al que opina lo expulsan. Sé que el PSOE existe porque es el partido que considera aliados políticos a los etarras (¿se puede dejar de ser etarra si se sigue estando orgulloso de los asesinatos?) y a los prófugos de la justicia. Es el partido que tiene mejor opinión de Otegi que de Ayuso, el partido que ha logrado que haya en España ministros comunistas y que, de la mano con ellos, excarcela a violadores.

Uno puede tener mejor o peor opinión de los terroristas y de los violadores, pero lo impepinable es que el PSOE existe.

Ahora bien, ¿existe el PP? Fotos, no palabras:

¿Echan de menos a alguien? Pero no dejemos pasar la oportunidad de un curso acelerado de lenguaje corporal: Abascal cabalga hacia el atril mientras en su mente suena la música de Bonanza. Yoli trae el Sóviet al siglo XXI: un Sóviet que se contonea. En cuanto al amado líder, observen ese brazo tieso. Caminar con el brazo tieso es patrimonio de los sombríos. El tipo es carne de novela de Blasco Ibáñez

El PP consideró oportuno repetir la ingeniosa maniobra que ayudó a Arenas a NO gobernar Andalucía y NO asistió al debate previo al 23-J.

Pero no se vayan todavía, que aún hay más. En 2008, cuando Mariano Rajoy pronunció aquello de «Si alguien quiere irse al partido liberal o al conservador, que se vaya», dejó claro que cualquier rastro de principios, pensamiento o tradición política se iba por el sumidero de Génova, quedando, a juzgar por la rapiña impositiva de los ministros peperos, una socialdemocracia CUNEF, un PSOE con mocasines. Por cierto, foto de Rajoy:

A la derecha de Soraya. El de las asas

¿Quieren más? Vayamos con Almeida, el alcalde de los madrileños colchoneros, que lo mismo promete libertad para los conductores que amplía las prohibiciones. Almeida encarna perfectamente aquel PP que encargó a Gallardón una ley que tratara al aborto como lo que es para luego tirar a ambos al olvidadero de la historia.

Almeida es el socialdemócrata (el Atleti es la socialdemocracia esencial) que saca peores resultados que Ayuso, que sí existe y sí es liberal, pero como en el PP no hay más que atriles vacíos y escaños con bolsos, nadie se da cuenta de que por donde se le están escapando los votos es por la derecha y no por la izquierda, porque la izquierda odia al PP y todo lo que representa(ba), y estima conveniente la expulsión de Nicolás Redondo, porque hoy ―y convendría que comenzáramos a entender esto― el votante medio del PSOE se siente mucho más a gusto al lado de una serpiente que de un charrán.

Así las cosas, al PP solo le queda un obstáculo para abrazar la más completa inexistencia y se llama Isabel Natividad (comunismo o libertad), pero si en Génova se muestran fieles a sus tendencias suicidas y logran hacerle a Ayuso un gallardón como ya intentó Casado mientras Almeida le sujetaba los puñales, entonces al fin podremos atisbar el fin de las dos Españas, porque ya solo habrá una, una España comunista y antiespañola con unas mechas, eso sí, como Dios manda.

P. S.: No sé si conocen el hecho, pero es para conocerlo: cuando tenía cuatro años, a Yolanda Díaz le besó la mano ¡Santiago Carrillo! Tienen ustedes una vicepresidenta con una mano incorruptible y quizá lo ignoraban. Dice Yoli que se sintió impresionada, sin duda porque con cuatro años tenía un conocimiento profundo de la historia (no de Paracuellos) y comprendía la trascendencia del momento. Allí nació, por lo visto, su vocación política. Lo que no cuenta, quizá por modestia, es que el besamanos fue tan impactante que los cuatro años se le agarraron a la laringe y allí se le quedaron.

P. S.: La foto original es de Cati Cladera para EFE.

Por qué los marxistas excarcelan a violadores

El marxismo parte de la premisa de que el ser humano no tiene libre albedrío y además es imbécil, por lo que tanto la avaricia como las superestructuras determinan sus obras.

El marxismo piensa que la violación es cualitativamente igual al azote, porque en la mente del marxista (ninguno de nuestros múltiples ministros marxistas es una lumbrera) el azote lo da un macho heterobásico mientras va a los toros fumándose un habano o bien un malvado religioso nacionalcatólico, mientras que la violación la perpetra un pobre ignorante que es víctima de la sociedad, los malos tratos o la penuria económica. Una víctima, por tanto, del capitalismo.

Que la ley de la ministra marxista tiene como objetivo esta equiparación no es opinión mía; dimana de una entrevista a una profesora universitaria gallega que ayudó a redactar la ley que excarcela violadores. Lean esta perla:

Pregunta: ¿Esperaba la rebaja de condenas con la entrada en vigor de la nueva ley o le ha sorprendido?

Respuesta: Las penas las pusimos nosotras. Claro que se esperaba, pero, ojo, una rebaja de condenas de las agresiones sexuales porque los abusos sexuales se agravan considerablemente. Aquí los medios están contando la mitad de la historia. No tienen en cuenta que en España se denuncian 7.000 abusos sexuales al año y sólo 3.000 agresiones.

«Las penas las pusimos nosotras», dice, orgullosa y empoderada. «Claro que se esperaba». Les recuerdo que aquí no ha dimitido nadie, y que ya ha habido, cuando menos, un intento de agresión sexual por parte de un violador excarcelado. En un giro insospechado, la profesora justifica la rebaja de penas a violadores por el hecho de que haya más denuncias de abusos que de violaciones. Un razonamiento redondo. Impecable.

España, un país que trata fatal a sus delincuentes

Antes de tan aclaratoria declaración, aquí la prenda afirma que «España es un país muy punitivista», y pone como ejemplo de lo contrario a Alemania. Veamos: En España el homicidio sale por entre 10 y 15 años y el asesinato entre 15 y 25. En Alemania el homicidio está entre 5 y 15 (ok), pero el asesinato supone cadena perpetua. Entiendo que las penas por homicidio y asesinato son ejemplos bastante paradigmáticos de lo «punitivista» que es un país.

Ah, y otro pequeño detalle: el artículo del Código Penal alemán que regula el asesinato data de 1941. Alemania en 1941… el artículo 211 del Strafgesetzbuch (tienen el Código traducido aquí) fue redactado originalmente por el jurista nazi Roland Freisler. Después se ha modificado solo para cambiar «pena de muerte» por «cadena perpetua»; pero es el Estado español el «punitivista».

Tampoco entiendo por qué una persona en la que nadie ha delegado el poder legislativo se crezca más allá del asesoramiento técnico y pueda presumir de haber puesto las penas. Hasta donde yo sé, ser catedrática no le da a nadie potestad legislativa. A ver si va a resultar que pagamos a los diputados y ministros para que el trabajo se lo hagan otros (sería un sorpresón).

Solo son culpables las élites, salvo si las élites son ellos

Como decíamos antes, el marxismo considera a los delincuentes víctimas (vean Joker, 2019). Este enfoque tiene que ver con su concepción del ser humano como resultado del sistema, no como criatura consciente y responsable. Esta concepción de la persona está también detrás de su escaso respeto a la vida humana, pero este es otro tema.

Para el marxismo nadie es malo, salvo el sistema. Nadie es malo salvo el propietario de los medios de producción, así, en bruto, sea este propietario de una zapatería precaria o Amancio Ortega. Amancio Ortega es, ya saben, Lucifer. Malditos empresarios restregándonos su creación de riqueza…

La equiparación antedicha es la siguiente: los dos tipos penales previos eran abuso (menos grave) y agresión (más). A la ministra y sus adláteres les habría bastado con subir las penas del abuso, pero ellas vieron la posibilidad de convertirlo todo en una sola figura y con el argumento de no cargar demasiado las tintas con los heteromachos, rebajar las condenas más altas, las de los pobres violadores confundidos por el sistema.

Tener ministros comunistas no sale gratis. El comunismo tiene sus premisas y sus efectos. Comunistas y fascistas no son como nosotros; ahí arriba no hay conductor. El comunismo ha justificado siempre, cuando no ha respaldado, la violencia y el terrorismo. La violencia es parte intrínseca del fascismo (los que no son yo son desechables) y del comunismo (la desigualdad se arregla robando y matando).

El narcisismo de P. S. era grave dede la parodia y el estupor, pero las consecuencias reales van asomando. Como al español medio no le han okupado la casa ni es víctima de ETA ni sufrió una violación, el español medio sigue tirando, porque aquí solo nos acordamos de santa Bárbara cuando truena y además nos alegramos del mal ajeno, pero témome que las bromas se van terminando y que lo que era una infección ha resultado ser gangrena.

Sobre empoderamiento y otros palabros: por qué el neomarxismo nos dice cómo hablar

Durante un partido de cuartos de final del presente Wimbledon, la locutora estimó conveniente puntualizar que en determinado momento del partido la jugadora ucraniana Elina Svitolina se había empoderado. Menuda es Elina cuando se empodera.

Durante el siglo pasado, mientras en los think tanks de derechas lo único que se hacía era presumir de traje e intercambiar contactos, las facultades de ciencias sociales de las universidades occidentales planificaban con mucho cuidado ―y dinero público― la renovación del marxismo.

En esas, uno de los frentes fundamentales para la pervivencia de esa visión totalitaria de la vida iba a ser el lenguaje. Podemos situar en Adorno y su Escuela de Fráncfort ese giro que, tras el disparate que supuso el marxismo-leninismo y que el estalinismo puso en órbita, persigue la aplicación de los principios marxistas a la sociedad y la cultura antes que a la economía. Personas increíblemente preparadas aquejadas, no obstante, de la habitual indigestión intelectual que produce la lectura de Marx. Y no se engañen: como marxistas, siguen pensando que los seres humanos somos imbéciles y nos dejamos arrastrar de manera acrítica por las superestructuras.

Esa preocupación marxista por el lenguaje que ya encontramos en los años 30 con Mijaíl Batjin y que retomarán algunas de las corrientes de los Estudios Culturales (Raymond Williams), ha terminado por producir férreas directrices sobre cómo es correcto hablar y cómo no lo es. Empoderamiento. Género fluido. Niñes. No se rían, pues insisto en que gran parte de los autores neomarxistas tienen una mirada aguda y comprenden las implicaciones del lenguaje y la cultura.

Sigamos con nuestro ejemplo para comprender lo atento que conviene estar y los efectos demoledores que la popularización de una sola palabra puede tener. Empoderamiento.

En contra de la tradición humanista occidental y el marchamo ilustrado, según los cuales cada ser humano tiene en sí las potencialidades, las posibilidades, esto es, el poder, el neomarxista le propone a la mujer que se empodere. Si se tiene que empoderar ―observen el matiz― es que no tiene poder. Es el líder neomarxista quien se lo entrega. La mujer tiene poder porque así lo decide la doctrina marxista-machista, y dejará de tenerlo cuando se considere necesario. La materialización de esto con Tania Sánchez instalándose en el gallinero es tan literal que duele:

Cuando el líder carismático cambia de gustos bailan las sillas

Pero la realidad es tozuda, y mujeres como J. K. Rowling lo son más. Mujeres que no necesitan que nadie les diga si pueden detentar el poder o pensar por sí mismas.

No sé si conocen la campaña de acoso a la que lleva años sometida la escritora de más éxito de las últimas décadas por, en primer lugar, tener opinión y, en segundo, hacerla pública. No es aquí el lugar donde se cuestionan las opiniones de Rowling, pero una de las cosas que la puso en la picota fue afirmar que «Si el sexo no es real, la realidad vivida de las mujeres a nivel mundial se borra». Empoderadas las quiere el neomarxismo, pero de ahí a que el sexo femenino exista dista un abismo: las mujeres pueden empoderarse, pero no existir. Y todo así.

La doctrina woke parece pensar que empoderarse un ratito está bien si una no exagera. Si una lo utiliza para exponer las ideas que le sople cualquier estructura de adscripción izquierdista. Todo lo demás es sacar los pies del tiesto: pensar por una misma es nazi.

Lo anterior enlaza con la siguiente entrega de lo que sabe el neomarxismo: cómo dividir el mundo en minorías para victimizarlas y después tutelarlas. Como los pobres no dieron buen resultado, han puesto los ojos sobre cualquier condición racial, sexual, climatológica o alimentaria. Seas como seas, el sistema te oprime; ven a mí. Lo firmarían en Waco.

P. S.: La brillante viñeta es de Edward Koren para Condé Nast.