La mano

Después de la batalla de Ckickamauga, durante la guerra de Secesión americana, tres soldados confederados ―los últimos supervivientes de su batallón― huyen del capitán Jodocus van Cleef y su compañía, que los ha perseguido a través de tres estados.

           Son el coronel Spengler, el teniente Davis y un cherokee cuyo nombre Davis nunca recuerda. Spengler pierde el juicio, decide enfrentarse a sus perseguidores y muere entre los lobos de los iroqueses que rastrean para los yanquis. Davis y el indio se marchan y en su huida el teniente pierde un dedo entre las fauces de los lobos, pero salvan el pellejo y encuentran un ídolo de quince libras de oro macizo. Esa noche los semínola masacran a la compañía de Van Cleef, quien se salva porque ha visto a los dos confederados encontrar la figura y los está persiguiendo.

            Después el holandés se llevará al oro y al indio, y Davis pensará que el cherokee se ha largado con la figura. Sin saber rastrear y con la mano sangrando, el teniente confederado llegará a un poblacho de jugadores que viven en vagones de tren desperdigados por el bosque. En él hay un médico enterrador, y un usurero italiano con banda de matones, y una mina abandonada y un cementerio maldito. Y un cura que tiene planes para la aldea (que se llama Wilderness, pero también Crossbones) y la capacidad de ponerlos en marcha, y que ayudará a Zedekiah Davis a recuperar el oro y a otras muchas cosas.

            Y será cuando Davis vaya en busca del indio y el ídolo cuando compruebe que hay vínculos más fuertes que el amor y la sangre, y que ni la muerte puede romperlos.

La portada es del gran Rodrigo Sánchez

«―No pretenderías que se pusieran a buscar una gruta entre la lluvia de munición, ¿verdad, hijo? En todo caso, es posible que tengas que cerrar tu bocaza si quieres escuchar la historia entera. Si es que dispones de algo de tiempo, claro…

            McCoy se arrellanó en su silla y asintió con la cabeza. Ni un búfalo lo habría sacado de allí antes de conocer el final del cuento. Bannister hizo una ronda por el local encendiendo las lámparas de queroseno. Un par de indios fumaban y escupían mientras apuraban sus cervezas, y en el exterior la gente de bien se iba retirando a sus casas.

            Dentro, Col se aclaró la voz con un carraspeo prolongado y se dispuso a contar la historia de Zedekiah Davis, Caballo Borracho y el ídolo intermitente».

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