Esconde tu vida

Todas las generaciones piensan que el pasado fue mejor, pero eso no quiere decir ni que siempre sea verdad ni que siempre sea mentira. Hay épocas culturalmente superiores a otras.

Ahora

Dice no sé qué grupo en un concierto que los asistentes son seres de luz y tal. Esa es al parecer la catarsis que se puede esperar de la música.

Si algo define bien por una parte la potencia de la publicidad y por otra la sociedad actual es el hecho de que vivamos dentro de un anuncio de Coca-Cola de los años 80. No tengo mucho que objetar, ojo, porque la música y la sonrisa y la sensación de vivir son bastante mejores que los totalitarismos y la depresión que definen la primera parte del XX. Quizá se llevó todo esto Stefan Zweig en su cama de Petrópolis (se llevó consigo El mundo de ayer).

No hay nada que objetar, pero conviene precisar que el hedonismo desaforado que nos define tiene una limitación relevante: solo sirve cuando vienen bien dadas. Es coherente con el consumismo capitalista, que nos cuenta que siempre vendrán bien dadas, pero la vida ya se encarga de poner al consumismo capitalista en su sitio.

Montaigne

En cambio, nos dice Montaigne en uno de sus ensayos que una de nuestras principales tareas debería ser perder el miedo a la muerte. La instrucción es todo un resumen del epicureísmo. Verán:

Epicúreos y estoicos comparten la defensa de la ataraxia: la capacidad de permanecer imperturbables no solo nos ahorrará sufrimiento sino que nos proporcionará una serenidad que solo un especialista muy atento (que diría Woody Allen) podría distinguir de la felicidad.

Pero claro: ¿qué camino nos lleva a esa paz en el alma tan deseable? Según sus paladines las vías pasan por la ausencia de miedo, la aceptación de lo inevitable y el conocimiento en sentido amplio.

Demasiadas instrucciones

Las tres instrucciones están bien, pero son demasiadas. No leemos correos de más de un párrafo, como para memorizar tres principios de la felicidad. Busquemos el núcleo, no vaya a ser que las tres sean la misma.

Respecto al miedo, en mi humilde opinión nadie explica la naturaleza del miedo como William Golding en El señor de las moscas. Cuando Ralph destruye el tótem que ha estado atormentando/dominando a los chicos, una cabeza de cerdo clavada en una estaca, nada ocurre. Ya sé que la cabeza de cerdo (el señor de las moscas, literalmente) simboliza la maldad inherente al hombre y por tanto ubicua, pero la lectura que saqué yo (y que una relectura no respalda, porque somos lectores distintos en momentos distintos), la revelación que me golpeó en su momento fue la de que destruir el cráneo de cerdo no le reporta a Ralph ningún castigo, ninguna penitencia, es decir, que el enemigo es el propio miedo y no el ente que lo provoca. Casi todo lo que produce miedo es inocuo.

Todo lo que se conoce está bien. La cabeza de cerdo es, al fin, una cabeza de cerdo. Todo lo que flotaba alrededor, como las moscas del libro, son una construcción humana. Nosotros revestimos lo asumible de pavoroso. Se trata de desnudarlo, o sea, de conocerlo realmente. Por eso la ignorancia es aliada del miedo o, lo que es lo mismo, el conocimiento derrota al miedo, espanta a las moscas, desnuda al enemigo.

Perder el miedo a la muerte es el vértice, o quizá la cúspide de las tres directrices epicúreas: En ningún sitio se dan la mano el conocimiento, la aceptación y la ausencia de miedo como lo hacen ante la muerte. Si se pierde el miedo a la muerte se pierden todos los miedos.

Es necesario, por tanto, desnudar a la muerte de sus connotaciones espantables, y para ello se antoja imprescindible dejar de darnos tanta importancia (lo que no es lo mismo que caer en la frivolidad).

Nada nos permite considerar a la muerte en su justa medida (¡es tan fácil morir!) como entender que la vida de los demás es prolongación y antecedente de la nuestra, como raíces y tronco y ramas y hojas (de roble) del mismo árbol. Nos lo dice Lucrecio en un consejo que resuena en su sencillez como refutación total de esta época de sobreexposición: «Esconde tu vida».

No digo que los videojuegos sean cultura

Solo digo que Metal Gear Solid V empieza con The Man Who Sold The World de Bowie sobre una cita de Emil Cioran:

No es la nación la que habitamos, sino la lengua…
No te equivoques; nuestra lengua materna es nuestra verdadera patria.

Casi nada. Digo que (sin salir de MGSV) hay referencias a Pinocho, de Collodi, y a Los perros de la guerra, de Forsyth, y a Nietzsche, y a Orwell y hasta a Mazinger Z. Que el helicóptero se llama Pequod (tengo pendiente la entrada sobre Moby Dick, por cierto) y que, sobre todo, hay un tremendo homenaje a una de las páginas clave de la historia de la literatura: la escena de la cabeza de cerdo de El señor de las moscas, de William Golding.

También digo que Valiant Hearts: The Great War, una joya 2D ambientada en la Primera Guerra Mundial, tiene un argumento que ya ya y una dirección artística époustouflante. Y un final de nudo en garganta.

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Shadow of the Colossus. Y solo es Play 2, pero ojo porque habrá revisión en PS4

Solo digo Ico y Shadow of the Colossus. Journey. Bloodborne (gótico como una canción de Joy Division). The Last of Us y la música de Santaolalla, que es medio juego.

Digo que, ahora que el cine está de capa caída, hay millones de personas que entienden la lógica, el lenguaje y la narrativa del videojuego mejor que los cinematográficos. Que lo mismo estás tardando en darle una oportunidad, a no ser que seas de los de vestidura rasgable como aquel escritor español que afirmó sin empacho que «entrar en Sherlock a través de las películas de Guy Ritchie es como empezar a leer cuentos clásicos gracias a sus versiones porno»). La España carpetovetónica.

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El mejor juego de la historia con permiso del Tetris

PS: me mandaron leer El señor de las moscas con 16 años, en el colegio, e hice caso omiso, pero gracias a eso lo tenía en casa y lo leí con 25. Y flipé. Lo cual no demuestra nada acerca sobre la bondad o maldad de las lecturas obligatorias, solo que el mundo es un sumatorio de azares.