Les voy a pedir que utilicen su imaginación hasta lo inconcebible.
Imaginen que en una democracia de nuestro entorno (Unión Europea, OCDE o el entorno que ustedes prefieran) existiera un presidente que mintiera más que el barón de Münchhausen y que ni siquiera hubiera escrito su propia tesis doctoral al frente de un gobierno de ministros puteros y/o comunistas, casado con la hija de un empresario prostibulario que estuviera investigada por tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida e intrusismo.
Imaginen un gobierno que nombrara a un portero de puticlub consejero de la principal empresa ferroviaria del país y vocal del consejo rector de sus puertos. Ya, ya sé que estoy llevando al límite su imaginación.
Imaginen un hermano del presidente acusado de malversación, prevaricación y tráfico de influencias.
Imaginen que ese gobierno pactara con secuestradores y asesinos las leyes de seguridad de ese país. Que indultara a los golpistas. Imaginen que eso gobierno estuviera encabezado por un partido político que, de hecho, hubiera dado un golpe de Estado hace décadas.
Imaginen que ese mismo partido se hubiera gastado más de 650 millones de euros destinados a trabajadores desempleados, entre otras cosas, en prostitutas y cocaína. A estas alturas seguro que han percibido cierta querencia del partido imaginario del país hipotético hacia la prostitución. Lo han adivinado: los miembros del partido ficticio se declararían acrisolados paladines de la mujer. Puteros, pero paladines.
Imaginen, en un sobreesfuerzo que roza la temeridad, que ese partido político recibiera millones de votos. ¿Da para tanto su imaginación? Posiblemente no, y he aquí por qué.
La paradoja
Una de las citas más famosas de Marx es la de que la religión es el opio del pueblo, y es una cita interesante. Marx es interesante cuando la semichorrada de la lucha de clases se sustituye por el estudio de las élites.

Porque sí, la religión ha sido un instrumento de las élites para perpetuarse en el poder. Como Hammurabi, a quien vemos en la parte superior de la estela recibiendo sus atributos reales de Shamash, el dios del sol y la justicia. O los faraones, o los reyes del Antiguo Régimen, que según Bodino fueron designados por Dios para ostentar la corona.
Religión en sentido lato, claro: los mecanismos y anhelos de la mente que conducen a la religión. Su capacidad de aferrarse a dogmas de manera acrítica. Su tendencia a fomentar tanto la cerril defensa de lo propio como el odio sin medida a lo extraño.
Porque esa es la principal razón de los socialcomunistas para continuar siendo socialcomunistas y apoyar a los que consideran los suyos: la fe ciega.
Entonces Marx sigue vivo apoyándose en los mismos mecanismos que le afeaba al capitalismo; la adhesión irracional a un programa que no es ni demostrable ni falsable. Porque son las élites en general (incluyendo las comunistas) las que utilizan esos mecanismos y no solo las élites que Marx consideraba el enemigo. Por error de cálculo u omisión interesada la izquierda ignora que la revolución deviene siempre élite cuando victoriosa. Y la élite siempre se aprovecha de las debilidades del rebaño. No hace falta pertenecer a la Escuela de Frankfurt para entender esto.
No comprendemos por qué el votante de izquierdas se obstina en apoyar a chulos, drogatas o ladrones porque no entendemos que sus cerebros no están reflexionando filosóficamente sobre consideraciones éticas, sino bajo el mismo hechizo hipnótico que los derviches. No es una cuestión de compromiso social o teoría política. El socialcomunista, aunque moriría antes de reconocerlo, vota con el fervor religioso de un yihadista o un Thug.
P. S.: El de la primera foto es Manco Cápac, fundador semilegendario de la civilización incaica a quien se considera hijo del Sol. A 13 000 km y tres milenios de distancia de Hammurabi y sin contacto posible entre ellos y, sin embargo, ambos reciben el poder del Sol. Cosas veredes.
P. S. S.: Leo que el socialcomunismo empieza a cuestionar la presunción de inocencia y (entiendo que) por extensión la Ilustración. Deberíamos empezar a tener algo de miedo, aunque si su intelectual de referencia (de ellos) es Mahesú Montero el miedo sin duda se atenúa.
