¿La izquierda era esto?

¿La superioridad moral de la izquierda era gastar el dinero de todos (pero sobre todo el de los pobres) en pagar un sueldo millonario a un cómico que se gana la vida preguntando a la gente cuánto dinero tiene y otros detalles aún más edificantes?

¿La revolución democrática de la izquierda consistía en pagar sueldo de futbolista (pero a estos les pagan clubes privados) a un palmero de Narciso?

Quizá usted, joven amigo, está en busca de su primer trabajo o ejerciéndolo. Quizá con buena voluntad o falta de experiencia considere que el socialismo es realmente una vía hacia la igualdad. Barrunta, no obstante, que algún motivo habrá para que tanto comunista de juventud se transforme en liberal reclacitrante con el paso de los años.

Y he aquí que le da a usted, joven lector, por calcular qué fracción de su sueldo ―mayor la fracción cuanto más exiguo el sueldo― irá a parar íntegramente al bolsillo del pachacho millonario del régimen, es decir, con toda propiedad, al bufón de la corte.

Lo que es peor, cae en la cuenta de que durante un ratito cada año usted permanece en su puesto de trabajo, usted aguanta a su jefe o carga sacos terreros exclusivamente para hacer más rico al vocero del tirano, al gracioso que hace años se ganaba la fama afeando a los trabajadores liberales (mucho menos ricos que él ahora) que fueran trabajadores liberales.

Cabe entonces la posibilidad de que comience a entender a Escohotado, Losantos, Moa, Albiac, Díez, Dragó, Leguina, Redondo y todos aquellos exmarxistas que sospechan desde hace tiempo que el socialismo español huele a muerto, o más bien a prostíbulo. No son palabras bonitas. Tampoco lo eran cuando la «escritora» Maruja Torres llamaba «hijos de puta» a los votantes del PP. O cuando la que probablemente ha sido la ministra menos formada de Occidente ha llamado al novio de Ayuso el «novio de la muerte».

Hemos perdido el miedo, porque o lo perdemos ahora o nos pasaremos el resto de nuestra vida preguntándonos cómo pudimos convertirnos en Venezuela o Corea del Norte nosotros, que estuvimos a punto de volver a ser un país de ciudadanos.

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