Te estamos vigilando

El pasado mes de febrero, Gina Carano, la actriz que encarnada a Cara Dune en El mandaloriano, escribió lo siguiente:

«… los judíos fueron golpeados en las calles, no por soldados nazis sino por sus vecinos… incluso por niños. Debido a que la historia se edita, la mayoría de la gente hoy en día no se da cuenta de que para llegar al punto en que los soldados nazis pudieran arrestar fácilmente a miles de judíos, el gobierno primero hizo que sus propios vecinos los odiaran simplemente por ser judíos.

¿En qué se diferencia eso de odiar a alguien por sus opiniones políticas?».

A mí el argumento me parece impecable. Pero síganme y verán que en USA hay opiniones políticas que sí está bien visto perseguir.

Lo que ocurrió después quizá ya lo sepan: se activó la cultura de la cancelación, muchos (¿…?) tuiteros enfadadísimos pidieron su despido y Lucasfilm la despidió.

Posteriormente, para ahorrar espacio, las declaraciones de Carano se resumieron en «ser republicano equivale a haber sido judío durante el Holocausto». El resumen tiene el desliz de incluir la palabra republicano, cosa que Carano, hasta donde yo sé, no había hecho. Pero ¡ay!, la actriz es efectivamente republicana, y es muy probable que se refiriera a los republicanos. El caso es que no lo dijo.

Aventúrense ahora conmigo por los procelosos mares de la hipótesis. Cojan las declaraciones literales (las de arriba) e imaginen que las hubiera dicho un actor demócrata. ¿Piensan que lo habrían despedido? Ustedes y yo sabemos que no. Entonces, ¿se la despidió por ser republicana? Probablemente. ¿Es esto una forma de persecución por ideas políticas? Sí. ¿Tenía razón Carano, incluso en su versión arteramente resumida? Lamentablemente.

¿Le importan algo a Lucasfilm la política, los derechos humanos, la libertad de expresión o la situación de los refugiados? ¿Han leído a Montesquieu, Rousseau, Madison o Chateaubriand? Nein. Su único anhelo es no defraudar a los tuiteros enfadados, porque los tuiteros enfadados son adolescentes con móvil (esto es, zombis), y los adolescentes con móvil ven Disney+. Ahí empiezan y terminan las cuitas políticas de Lucasfilm: en la viruta.

El párrafo anterior es importante: ahora sopla viento del este y la vigilancia la ejerce la izquierda, pero hace 70 años el viento soplaba del oeste y el cine hizo la limpia en sentido contrario. El caso es limpiar, ir de inmaculado y puro, y organizar las cacerías a favor de mayorías. En Estados Unidos ser bruja en Salem, ser comunista en los 50 y ser republicano en la industria del cine actual comparten el mismo drama: el de estar en minoría.

Y no solo eso: el móvil siempre es el mismo. El objetivo final es que el consumidor (ya sea el espectador o el votante) no se enfade. El capitalismo siempre gana porque su mano está allí al fondo, escondida, disfrazada de corrección política hasta que toque disfrazarse de otra cosa.

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