El liante

Dicen los neopedagogos que la educación no debe ser una mera transmisión de fríos datos, pero yo creo que con ello están inventando el agua mineral sin gas, pues nunca hubo un buen profesor que pensara que la educación se reduce a la transmisión de fríos datos.

En el trabajo con adolescentes y no tan adolescentes una de las obligaciones de los profesores es darles las herramientas para que puedan protegerse de los demás y, llegado el caso, proteger a los demás de ellos. No está de más estar alerta, pues a pesar de lo que piensen Manuela Carmena y otros comunistas de salón no todo el mundo es bueno.

Una de las figuras más dañinas de nuestros alrededores es la del liante, y una de las formas que adopta el liante cuando se disfraza de amigo es la de protector. A todos nos ha pasado: alguien que nos previene de que Fulanito ha dicho tal o cual de nosotros, pero afortunadamente el liante estaba allí para prevenirnos. Pues bien: un amigo no hace eso. Un amigo calla la boca de Fulanito con más o menos vehemencia y luego mantiene la discreción, pues contárnoslo solo nos aportaría zozobra.

Pero el liante es una figura mucho más grande y dañina que el bienqueda de la sonrisa taimada. El liante termina por desarrollar y perfeccionar mil maneras de responder a su vocación primordial: llevar la inquietud a la vida de los demás.

Piénsenlo con detenimiento, seguro que conocen a alguien cuyos comentarios casualmente siempre terminan por violentar su estado de ánimo. El liante es el primero en enterarse de los robos en el vecindario, de las subidas de impuestos y de las epidemias de dengue. Para el liante, la desgracia es munición. Cuando uno se encuentra al liante él ya tiene preparada la noticia nefanda, el riesgo inminente, la siguiente calamidad.

No obstante su evolución, nunca abandona el liante el modus operandi de la juventud. Ninguna artimaña le proporciona tanta satisfacción como el hablarnos de los demás, traernos sus opiniones, ejercer de correa de transmisión entre nosotros y el mundo, estropear el frágil equilibrio de nuestras relaciones. El cálculo del liante consiste en que así fortalece su posición, y por mucho que sea tan mezquino como el «mal de muchos», al liante le suele rendir pingües beneficios.

Por si fuera poco, la figura del liante se puede extrapolar a corporaciones aún más dañinas, porque donde hay beneficios entran el capital y los políticos. El mecanismo es más antiguo que el hilo negro y la mercadotecnia lo conoce. Las empresas de alarmas lo conocen. Las empresas de antivirus lo conocen. Las empresas de yogures lo conocen. Los candidatos a vivir a nuestra costa, ya sea a cambio de algo como las empresas o de balde como los políticos. La trampa es la misma: «el mundo está lleno de peligros, pero aquí estoy yo para protegerte». La sabiduría popular intenta prevenirnos, claro, de los liantes y de los anuncios: «líbreme Dios de mis enemigos, que de mis amigos ya me libro yo». Pero conviene descreer de las bicocas, los filántropos y los amigos que súbitamente no persiguen más interés que el nuestro. «Hombre prevenido vale por dos».

¿Qué te ha hecho a ti la Gestapo?

Preguntada por Évole (se ve que le tocaba jugar en casa) sobre el sano desprecio que Ayuso siente por el comunismo, la excelente cantante y más deficitaria intelectual Ana Belén se preguntaba cándida «¿Qué le ha hecho a Ayuso el comunismo?». A primera vista el argumento implícito es tan estúpido que no merece la pena detenerse, pero estamos ante otro caso en que la estupidez oculta la maldad.

Las connotaciones de lo dicho interesan más que lo dicho en personas profundamente ideologizadas o que presumen de estarlo, y en el caso que nos ocupa a mí la frasecita me recordaba a algo. ¿A qué?

Por esas mismas fechas el dimitido entrenador del segundo equipo de Cataluña, después de volver al trigo con la conspiración judeomasónica según la cual el Madrí gana porque el segundo equipo de Cataluña no le pagaba suficiente dinero al vicepresidente de los árbitros, contestaba a un Ancelotti atónito con un «Esto no va contigo». El «esto no va contigo» a mí me recuerda al sicario que recomienda al vecino de un represaliado que cierre la puerta mientras se llevan al futuro cadáver. El mismo eco lejano de amenaza: los comunistas no nos han hecho nada… todavía.

Y entonces apareció en mi mente el mamporrero del grupo socialista y su «¿A ti qué más te da?». ¿No perciben en la chulería que le brinda a Patxi la impunidad el mismo tufillo amenazante? Puede verbalizarse de otras formas si conviene: es el tú-no-te-metas de patio de colegio, un cuidado-con-quién-vas, un ese-Steinman-no-te-conviene.

Para que el mal triunfe solo hace falta que los buenos no hagan nada, que permitan que el prójimo sufra solo porque se trata del prójimo y no de uno mismo.

Lo explica mucho mejor Martin Niemöller, el pastor luterano alemán que comenzó simpatizando con los nazis y terminó en un campo de concentración cuando le dio por pensar con la cabeza:

«Primero vinieron por los socialistas, y guardé silencio porque no era socialista.

Luego vinieron por los sindicalistas, y no hablé porque no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos, y no dije nada porque no era judío.

Luego vinieron por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara en mi nombre».

Tener un gobierno con ministros comunistas no es una amenaza lejana: que los hubiera en el Gobierno que salió de las elecciones francesas del 45 fue uno de los factores que decidió a los yanquis por implementar el Plan Marshall a partir del 48.

Las dictaduras no siempre dimanan de golpes de Estado: a veces se instalan paulatinamente y desde las urnas. En España ya se ha violentado el Estado de Derecho a través de la violación de la separación de poderes y la impunidad de algunos está más que consolidada. Se dispara a fundadores de partidos políticos en el portal de su casa y se jalea el asesinato de guardias civiles. Lo mismo a nosotros el socialcomunismo sí ha empezado a hacernos algo.

El superávit de estímulos

Llevamos décadas apuntándoles a judo, natación, macramé, inglés y telequinesis. Que para algo la semana tiene cinco días.

Tienen once asignaturas, para cuyo seguimiento han de estar pendientes del correo electrónico, Classroom, Teams, Moodle, EducaMadrid y la oficina de palomas mensajeras de la diputación provincial de Teruel.

En su habitación tienen (encendidos a la vez) el dispensador de dopamina, la consola, la consola portátil, el ordenador, el ordenador portátil, el televisor, la tableta, el reloj con lucecitas y una preocupante ausencia de libros.

Por la noche, antes de acostarse, pasamos ante ellos seiscientas series y doscientas películas sin elegir ninguna, antes de terminar por poner cualquier basura televisiva de fácil consumo.

Acuden a más fiestas de cumpleaños que toda la familia Kardashian; les hacemos celebrar la comunión sin Comunión, la confirmación agnóstica y el Día del Agua.

Los apuntamos al campamento de verano, la semana blanca, la semana de color, el campus de baloncesto y la escuela de supervivencia de la familia Robinsón.

Un escalofriante porcentaje duerme una semana en casa de cada progenitor. A otros, en cambio, se lo vamos diciendo sobre la marcha. No saben en qué casa tienen el libro de Mates.

Y entonces, después de haber introducido en sus vidas toda esa miseria, tenemos la santa vergüenza de acusarlos de no saber concentrarse en una sola tarea, les ponemos en la frente una etiqueta con la palabra «trastorno» y los empastillamos.

A veces comprendo perfectamente al pavo que suelta el virus en 12 monos.

Por favor

¿Lo han notado? Está desapareciendo. Hoy me ha ocurrido dos veces: primero en un correo se me ordena: «Envíame el comentario». Unas horas después en otro se me conmina: «Cuando te responda házmelo saber». A sus órdenes, pienso yo.

Hace un tiempo yo también caí en criticar lo que podríamos llamar la manera inglesa: resultar terriblemente educado aunque por dentro uno esté sintiendo el mayor de los desprecios. Ese «How interesting!» que en realidad es un bostezo. Hoy, en cambio, cada vez envidio más la manera inglesa. Yo no me pongo en la calle con la esperanza de caerle bien al personal ni la menor necesidad de que el prójimo me resulte entrañable: yo lo que quiero es que todos seamos escrupulosamente educados. En igualdad de condiciones (tomemos por ejemplo el caso nada improbable en que le caiga a mi interlocutor como un cólico miserere) prefiero que me muestren la cortesía estricta que facilita el trato antes que el compadreo sin distancia de quien lleva treinta monedas de oro en el bolsillo.

Siendo así, ¿qué decir entonces de quien se permite el lujo de prescindir del por favor o el gracias, como si estuvieran hablando con Google o con su gato?

Tengo para mí que estos lisiados de la urbanidad son los mismos que luego van dando lecciones morales y emitiendo certificados de buenrollismo, pero a mí me hace replantearme mi posición contraria a la pena de muerte en mucha mayor medida un maleducado que cien asesinos en serie.

Dar las cosas por sentadas

Por esto éramos tan pesados con el asunto de educar a personas para crear ciudadanos. En lo individual, a mí como si el prójimo no quiere aprender a hablar y pasa su vida gruñendo (que alguno hay, no crean).

Pero el caso es que vivimos en sociedad, y la calidad de nuestra vida depende de la educación de los demás. Porque los demás terminan por votar, y la experiencia demuestra que votar a un tirano entra dentro de las posibilidades del español medio.

Y es que lo primero que dimos por supuesto fue la educación: hagamos lo que hagamos, habrá una serie de conocimientos comunes a todos. Pues no. Todos los gobiernos de la democracia han permitido que se recorriera el siniestro camino de la ignorancia: hoy ningún adolescente lee el periódico y la mayoría no lo entendería si lo hiciera.

Y es que resulta que para defender el Estado de Derecho hay que saber lo que es un Estado de Derecho. Pero ahora mismo es tarde para eso.

¿Qué hacer?

Las cosas se solucionan desde la raíz, pero estamos en una situación de emergencia que reclama que seamos prácticos. ¿Qué hacer, entonces?

Podemos agrupar a los que siguen apoyando al tirano en tres grupos: ignorantes (menores de 30 años y cuñados en general), paniaguados (como Miguel Rellán) y marxistas (como Yolanda Díaz). En realidad podemos meter a Tenacillas en los tres grupos, pero así queda más claro.

Con los dos últimos grupos no hay nada que hacer. Unos están demasiado apesebrados como para levantar la cabeza del comedero y los segundos están podridos de odio.

Nos quedan entonces los ignorantes. Aquellos que no saben lo que significó el siglo XVIII en política y/o que piensan que Montesquieu es el nombre de un mosquetero. Y ahí tenemos una labor que hacer, una labor didáctica que puede hacerse con calma pero, me temo, también con prisa.

Porque igual que hay Leguinas y Redondos, hay en su entorno de usted personas buenas y equivocadas, personas que si comprenden que sin Estado de Derecho ni separación de poderes esto es básicamente la Edad Media, la Alemania nazi o la URSS estalinista probablemente experimenten la furia del converso y se transformen a su vez en focos de razón. No olviden que no hace tanto (2016) el PSOE, antes de pudrirse por completo, intentó poner coto al tirano.

Así que la próxima vez que en animada reunión familiar o social alguien rebuzne, en lugar de rasgarse las vestiduras y entrar al trapo, compruebe primero si el rebuznante es recuperable y, de ser así, comience una historia con palabras muy sencillitas sobre unos tipos muy leídos que decidieron que las monarquías absolutistas quizá no fueran una buena idea porque…

P. S.: Sobre la ausencia de educación: el paradigma de la demonización de la memoria es desde hace décadas la lista de reyes godos. ¿Para qué aprenderse la lista de reyes godos?, preguntaban los neopedagogos. Para proveer al imaginario colectivo de un pasado común, de una memoria de comunidad.

P. S.: Eduquemos, pero sin abandonar la calle. Tenemos razón, y posiblemente seamos más.

Los 15 000 milloncejos

Vamos a intentar hablar con propiedad. Comprar los 7 votos de ERC nos va a costar a ustedes y a mí 15 000 millones de euros. Más de 2000 millones por voto. Me parece caro, sobre todo teniendo en cuenta que lo que estamos comprando es la permanencia de un tipo incapaz de distinguir a estas alturas la verdad de la mentira.

Que digo yo que si estuviéramos comprando el indulto de Sócrates, lo mismo salía a cuenta. Pero 15 000 millones por la poltrona del Sombrío me parece excesivo. Como le dé por ser rey (su no tan secreta aspiración) la factura se nos pone imposible.

Son cifras altas: intentemos comparar, es decir, establecer su coste de oportunidad. El presupuesto de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, por poner un ejemplo, ha sido de 574,63 millones de euros para 2023. Veintiséis veces menos.

Que un Gobierno que presume de social y solidario se gaste 26 veces más de mi dinero en mantenerse en el poder que en cooperación y desarrollo a mí me parece un insulto. Llevar agua a quien no tiene agua tiene que ser más importante que comprar votos para mantener a Sánchez en el poder. Si no, todo está mal.

Pero esperen, que con comprar los votos de ERC no es suficiente. Quedan los otros independentistas, los proetarras, los que recogían las nueces y los gallegos, que aunque no hacen falta algo les caerá. Sumar entiendo yo que se lo irá llevando muerto desde los ministerios que les regalen.

Ahora pensemos de dónde sale. Pagamos de media un 39,5 % de impuestos de nuestro sueldo. Directamente. Un 40 % para Junqueras. Con el 60 % restante voy a echar gasolina. Habiendo pagado ya el 40 %, sería de esperar que me dejen comprar la gasolina sin más mordidas… pues no.

Cuando introduzco el boquerel en el depósito de mi utilitario aparece Junqueras junto al maletero y, arrodillado, señala hacia su boca abierta. Nene tiene sed. Del 60 % que me deja Hacienda, ahora palmo el 47 % regando al golpista. Un 28 del total. Me queda, por tanto, el 32 % de mi sueldo para comprar la gasolina. De cada euro que gano, con 32 céntimos puedo hacer lo que quiera. El resto es para pagar los votos de golpistas, filoetarras, recogedores de nueces y la del cobete.

No sé, pero a mí esto me pone un poco tenso. Si a lo anterior le añadimos que para que Sánchez gobierne va a ser necesario conculcar lo que nos separa de vivir en un estado salvaje, es decir, la Constitución, la cosa me pone bastante más tenso.

Uno nunca sale de casa hasta que sale. Los ciudadanos de orden no nos enfadamos hasta que lo hacemos. Pero entonces la revuelta no es la de cuatro pijos catalanes quemando un contenedor para que les paguemos la deuda (¿quién querría independizarse mientras los reguemos de dinero a este ritmo?).

Si nuestros servidores no respetan la ley estarán justificando que el pueblo, soberano, tampoco lo haga. Sánchez ha puesto a España en un brete secular. Quizá el poder judicial respete su nombre y ponga coto a las actividades delictivas de este Narciso desatado. Si no lo hace, España se va a poner muy difícil.

La yogurtera

El operario de la empresa cuyo departamento de mercadotecnia presume de incorporar a sus procesos la inteligencia artificial elabora sus productos con el pantalón caído y un palillo en la boca.

A finales de los 80, con las cocinas ya equipadas de abrelatas eléctricos, exprimidores eléctricos y afiladores eléctricos, prosperó la yogurtera.

Con la peor ratio tamaño/utilidad del mercado y más perspectivas de trastero que la ropa de invierno, la yogurtera, con su doble enigma (apenas sabemos qué diantre es un yogur) se abrió camino en la lista interminable de nuestras necesidades inaplazables. La yogurtera. Jamás vi una.

Observen:

Creado con inteligencia artificial y sin inteligencia de la otra

No lo parece, pero es un monorraíl. Un crecepelo. Una yogurtera. El aspecto cambia, pero el mecanismo psicoeconómico es el mismo.

Todas las medidas que propone la nueva educación tienen al menos 100 años. La mayoría tienen más de 2000.

Los cambios disruptivos en lo tecnológico son casi siempre una mentira, una paparrucha. Los cambios disruptivos en lo psicológico son siempre una mentira, una paparrucha: somos idénticos a Héctor.

Lo que de verdad importa es lo mismo que importaba cuando los griegos: el amor de mis padres; perdonar y ser perdonado. Despistar a la parca un tanto más.

También el furor que provoca en nosotros lo nuevo. Lo nuevo no tiene importancia, porque es efímero. Entender por qué nos fascina es vital, porque siempre estuvo ahí.

Es de locos echarse en brazos de la rabiosa actualidad, porque se desmolecularizará con la misma virulencia con la que llegó. Si no permanece no merece nuestra atención: el tiempo que invirtamos se reducirá a polvo. A toda yogurtera le llega su licuadora. Pensemos más bien en lo perenne: las melenas onduladas de Botticelli. Cómo detectar la traición. El espejo de la dama de Shalott.

Cansados por y de la guerra, los soldados anatolios llegaron a la playa y quedaron maravillados por la ofrenda. Nadie había visto nada así: se hizo urgente tomar posesión. Era el último grito en escultura ecuestre: un hermoso caballo hecho de cuadernas.

La última charla

El conferenciante salió a la palestra con el aplomo y el portafolios que lo caracterizaban. Llevaba escritos los datos sobre neurotransmisores y glándulas que se sabía, en realidad, de memoria. Sacó los folios de la carpetilla, miró a su nutrido público, tamborileó sobre el atril, pareció dudar y volvió a meter las hojas en el portafolios.

―No entiendo un carajo. Por más que me esfuerzo no le veo ningún sentido a la vida. Hay gente mala a la que le va bien y gente buena a la que le va mal. Un hombre comenzó a dormir diez horas en lugar de cinco y a la décima sufrió un paro cardiaco.

Los conferenciantes noveles, que tomaban notas para su práctica futura, pusieron un mohín de extrañeza, pero en seguida se dispusieron a esperar el giro argumental.

―He caminado erguido toda mi vida, ha dormido ocho horas de reloj y he seguido una dieta que le parecería insípida a la última reencarnación de Buda. Sonrío tanto que el sol ha blanqueado mis dientes. ¿Y qué he sacado en claro? Tres exmujeres que no me hablan y una hija en Proyecto Hombre. Mis amigos me miran raro si no pago la cuenta, y cuando recorro la agenda de mi móvil arriba y abajo termino por no llamar a nadie.

»Ustedes están aquí después de haber pagado una cantidad indecente de dinero porque piensan que esta conferencia les cambiará la vida. Pero también están aquí porque ninguna de las anteriores lo logró.

»Nada de lo que he intentado ha tenido el resultado esperado. La felicidad no ha llamado a mi puerta ni el universo ha confabulado a mi favor. Conocí a personas excelentes a quienes se llevó por delante una bacteria, y personas que vivieron 90 años fumando tabaco negro.

»Una de mis charlas TED tiene más visitas que todos los vídeos de Taylor Swift juntos. Cuando terminemos esta farsa, ustedes volverán a casa en sus utilitarios y yo saldré volando desde la azotea de este edificio en un helicóptero que ustedes, tan gentilmente, han pagado. No se preocupen; todos nos sentiremos igual de miserables, incluida Taylor Swift.

»No pienso devolverles el dinero de la entrada; en primer lugar porque en ese caso nunca aprenderían y en segundo porque el helicóptero gasta una fantástica cantidad de combustible.

»No me culpen: todos tenemos que trabajar en algo. Ustedes son los únicos responsables de haber pagado con su fe mis facturas. No tengo ni pajolera idea de por dónde tirar y les voy a arreglar a ustedes la vida. Sí, hombre.

»Al salir cómprense una taza con un mensaje motivacional. Su vida será igual de mediocre y tendrán veinte dólares menos, pero al menos podrán empezar a tomar café, so tristes.

»Y ahora escuchen con atención, porque esto es lo único que puede ayudarlos aunque también, me temo, lo único en lo que no me harán caso.

»Están aquí porque son una panda de egoístas y tienen demasiado tiempo libre. Dejen de intentar que los demás les solucionemos la papeleta y comiencen a pensar en cómo ayudar a los demás. Pero ayudar partiéndose el lomo, no con la mezcla de patrañas y obviedades con que yo los he intoxicado. Lean a Chéjov y escuchen a Bach. Y salgan ordenadamente de mi vista, pedazo de haraganes.

Por qué los marxistas excarcelan a violadores

El marxismo parte de la premisa de que el ser humano no tiene libre albedrío y además es imbécil, por lo que tanto la avaricia como las superestructuras determinan sus obras.

El marxismo piensa que la violación es cualitativamente igual al azote, porque en la mente del marxista (ninguno de nuestros múltiples ministros marxistas es una lumbrera) el azote lo da un macho heterobásico mientras va a los toros fumándose un habano o bien un malvado religioso nacionalcatólico, mientras que la violación la perpetra un pobre ignorante que es víctima de la sociedad, los malos tratos o la penuria económica. Una víctima, por tanto, del capitalismo.

Que la ley de la ministra marxista tiene como objetivo esta equiparación no es opinión mía; dimana de una entrevista a una profesora universitaria gallega que ayudó a redactar la ley que excarcela violadores. Lean esta perla:

Pregunta: ¿Esperaba la rebaja de condenas con la entrada en vigor de la nueva ley o le ha sorprendido?

Respuesta: Las penas las pusimos nosotras. Claro que se esperaba, pero, ojo, una rebaja de condenas de las agresiones sexuales porque los abusos sexuales se agravan considerablemente. Aquí los medios están contando la mitad de la historia. No tienen en cuenta que en España se denuncian 7.000 abusos sexuales al año y sólo 3.000 agresiones.

«Las penas las pusimos nosotras», dice, orgullosa y empoderada. «Claro que se esperaba». Les recuerdo que aquí no ha dimitido nadie, y que ya ha habido, cuando menos, un intento de agresión sexual por parte de un violador excarcelado. En un giro insospechado, la profesora justifica la rebaja de penas a violadores por el hecho de que haya más denuncias de abusos que de violaciones. Un razonamiento redondo. Impecable.

España, un país que trata fatal a sus delincuentes

Antes de tan aclaratoria declaración, aquí la prenda afirma que «España es un país muy punitivista», y pone como ejemplo de lo contrario a Alemania. Veamos: En España el homicidio sale por entre 10 y 15 años y el asesinato entre 15 y 25. En Alemania el homicidio está entre 5 y 15 (ok), pero el asesinato supone cadena perpetua. Entiendo que las penas por homicidio y asesinato son ejemplos bastante paradigmáticos de lo «punitivista» que es un país.

Ah, y otro pequeño detalle: el artículo del Código Penal alemán que regula el asesinato data de 1941. Alemania en 1941… el artículo 211 del Strafgesetzbuch (tienen el Código traducido aquí) fue redactado originalmente por el jurista nazi Roland Freisler. Después se ha modificado solo para cambiar «pena de muerte» por «cadena perpetua»; pero es el Estado español el «punitivista».

Tampoco entiendo por qué una persona en la que nadie ha delegado el poder legislativo se crezca más allá del asesoramiento técnico y pueda presumir de haber puesto las penas. Hasta donde yo sé, ser catedrática no le da a nadie potestad legislativa. A ver si va a resultar que pagamos a los diputados y ministros para que el trabajo se lo hagan otros (sería un sorpresón).

Solo son culpables las élites, salvo si las élites son ellos

Como decíamos antes, el marxismo considera a los delincuentes víctimas (vean Joker, 2019). Este enfoque tiene que ver con su concepción del ser humano como resultado del sistema, no como criatura consciente y responsable. Esta concepción de la persona está también detrás de su escaso respeto a la vida humana, pero este es otro tema.

Para el marxismo nadie es malo, salvo el sistema. Nadie es malo salvo el propietario de los medios de producción, así, en bruto, sea este propietario de una zapatería precaria o Amancio Ortega. Amancio Ortega es, ya saben, Lucifer. Malditos empresarios restregándonos su creación de riqueza…

La equiparación antedicha es la siguiente: los dos tipos penales previos eran abuso (menos grave) y agresión (más). A la ministra y sus adláteres les habría bastado con subir las penas del abuso, pero ellas vieron la posibilidad de convertirlo todo en una sola figura y con el argumento de no cargar demasiado las tintas con los heteromachos, rebajar las condenas más altas, las de los pobres violadores confundidos por el sistema.

Tener ministros comunistas no sale gratis. El comunismo tiene sus premisas y sus efectos. Comunistas y fascistas no son como nosotros; ahí arriba no hay conductor. El comunismo ha justificado siempre, cuando no ha respaldado, la violencia y el terrorismo. La violencia es parte intrínseca del fascismo (los que no son yo son desechables) y del comunismo (la desigualdad se arregla robando y matando).

El narcisismo de P. S. era grave dede la parodia y el estupor, pero las consecuencias reales van asomando. Como al español medio no le han okupado la casa ni es víctima de ETA ni sufrió una violación, el español medio sigue tirando, porque aquí solo nos acordamos de santa Bárbara cuando truena y además nos alegramos del mal ajeno, pero témome que las bromas se van terminando y que lo que era una infección ha resultado ser gangrena.

La inteligencia artificial como oxímoron

Cada paparrucha es más fugaz que la anterior: cuanto más copernicano es el giro que anuncia, menos dura. Es una maravilla que la novedosa actualidad de la inteligencia artificial vaya a durar menos que el metaverso o los NFT. Sirva esta entrada como epitafio.

De las etimologías (que diría san Isidoro de Sevilla) que se proponen para la palabra latina intellegere, la más sugestiva es «leer entre [líneas]». Ante la lectura que es mera acumulación de datos o erudición, quizá ninguna actividad sea tan eminentemente humana como leer entre líneas: poner de uno mismo en lo que lee. La lectura como un hacer y no solo un recibir, como una activación, un intercambio, una edificación y no una contemplación.

La duda

Ante la pregunta de su alumno, el profesor piensa de dónde procede dicho alumno, cómo es, qué pretende hacer con su respuesta, qué palabras puede entender y cuáles lo ayudarán más. Cuáles podrían herirle. Piensa en qué parte de su propia experiencia sería más nutricia para él. Hace todo lo antedicho en una fracción de tiempo absurdamente pequeña. Lo hace con un sentido de la empatía que se parece mucho al amor. Elige y moldea ―crea― entonces una respuesta, una que es resultado de todo lo anterior. Una que es resultado, en realidad, de toda su vida anterior.

Lo inorgánico, en cambio, con su capacidad inusitada para la acumulación estéril, es capaz tan solo de combinar, pero no de construir. Lo que hace esta inteligencia combinatoria artificial es dar salida a la información solicitada de una manera lingüísticamente correcta. Hoy se hace difícil poner cortapisas a la relevancia del lenguaje, pues me temo que durante las últimas décadas se nos fue la mano otorgándole importancia. El lenguaje es instrumento humano, pero no fuente de humanidad ni escaparate definitivo de sus posibilidades. El lenguaje es la punta de la punta del iceberg.

La combinatoria artificial nos deslumbra porque, en una época en la que los alumnos universitarios apenas son capaces de hacerlo, logra concordar sujeto y predicado.

El fin de la ironía

Es tautológico afirmar que cada semilla solo germina cuando encuentra el suelo adecuado. Ningún suelo fue tan adecuado para una patraña como la inteligencia artificial como nuestro tiempo.

Hace más o menos una década se publicó un artículo que bajo el título El fin de la ironía defendía que el 11-S había supuesto un impacto tan agudo en el corazón de la civilización occidental que en 2001 murió la ironía, nuestra capacidad de afrontar la vida con una sorna de fondo, con un permanente animus iocandi. Pero lo más preocupante de dicho artículo (que contemplé entonces con escepticismo y hoy considero preclaro) era que esa defunción de la ironía implicaba el imperio de la literalidad, y por lo tanto ya no sería necesario interpretar el mensaje, poner de nuestra parte, leer entre líneas.

Un tiempo tan tedioso en l que cada quien dice solo lo que parece decir es el adecuado para que prospere la idea de que construir mensajes inteligibles es lo mismo que ser inteligente. Hemos perdido no solo la ironía, sino la intrínseca contradicción de la que hablaba Whitman, la posibilidad de convertir la idea en sensación, la sensación en idea, el pasado en futuro, la palabra en belleza.

La equiparación de lo inorgánico con la entidad más asombrosa que conocemos (nosotros) no se ha producido tanto por elevación de la máquina como por depauperación del ser humano. La película que mejor ilustra esto es quizá El viaje de Arlo (2015), la historia en la que los dinosaurios hablan y las personas gruñen. Cuando uno rasca un poco en la deshumanización siempre acaba apareciendo Disney.

El siglo XVIII contempló el auge de los autómatas, y quizá nadie escribió sobre ellos como E. T. A. Hoffmann (Coppelius y Drosselmeyer son medio inventores medio magos) a principios del XIX, pero lo relevante aquí es que aquellos autómatas querían elevarse a la categoría de humanos. Ahora la equiparación es por la inversa: nosotros nos hemos deshumanizado para convertirnos en máquinas. Somos el apéndice del autómata que llevamos en el bolsillo.

La oportunidad

Que Dios bendiga ChatGPT, y me explico: Si los profesores estamos tan adocenados y desbordados que hemos perdido el espíritu de lo que hacemos (y todos deberíamos ser profesores de algo, no miren hacia otro lado) y que pedimos a nuestros alumnos tareas que pueda resolver la inteligencia artificial, entonces nos merecemos que nos presenten trabajos dictados por la inteligencia artificial. El aprendizaje real es algo tan orgánico, tan estrictamente humano, que en nada se parece a la recopilación de datos y/o citas. No hay mayor espaldarazo a la IA que la desconfianza mutua: la necesidad permanente de referirnos a las fuentes del pasado, no vaya a ser que nuestros alumnos adquieran voz propia.

Yo no quiero que mis alumnos me cuenten lo que pensaba Nietzsche, para eso leo el Zaratustra. Yo quiero saber lo que piensan mis alumnos.

P. S.: La imagen corresponde a la autómata que el ebanista David Roentgen hizo a imagen de María Antonieta. Aquí, en acción.