Hoy puede ser un día espantoso (El vaciamiento)

En algún momento reciente decidimos vivir una ficción. Una mentira según la cual se puede ser feliz a piñón fijo. Levantarse feliz, escuchar feliz a Montoro y que a uno le extirpen el apéndice felizmente, sin anestesia para poder seguir sonriendo al enfermero.

No solo hemos convertido (o eso creemos) la felicidad perpetua en una posibilidad, sino que si no acreditas un optimismo permanente en las redes a base de fotos de pies, de gin-tonics hortofrutícolas o de tus propias cabriolas mientras sonríes al atardecer en playas exóticas te conviertes automáticamente en una persona tóxica, que quiere decir que cuentas tus problemas a los demás y no tienes Facebook.

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Tres horas después se cayeron a la piscina alcoholizados y murieron todos.

Lo de la toxicidad me recuerda a nuestra admirada Finlandia, paradigma de la educación y de las palabras esdrújulas. Resulta que, preguntada por las causas de las altas tasas de suicidio en el país nórdico, Netta Mäki, investigadora y profesora de Sociología en la Universidad de Helsinki, menciona el pärjäämisen eetos, que la buena de Netta explica como «sentir que tienes que ser fuerte si tienes un problema y resolverlo tú mismo sin molestar a nadie más», es decir, «si tu vida es un desastre, finge y sonríe como hacemos todos». Y si no, eso con unas cuantas sesiones de mindfulness se te pasa. El mindfulness lo peta.

Pues no. Los eslóganes publicitarios que hemos decidido tomar como principios rectores de nuestra vida son mentira. Ni la voluntad lo puede todo ni si lo deseas muy fuerte sucederá. Sucederá si tienes el talento necesario, trabajas como un animal y no te pilla un tren.

La vida real no es un anuncio de Estrella Damm con barco y frasecita sino uno de Aurgi con Rebeca y Mario Vaquerizo. Las personas reales somos gordas, feas y calvas, y acabamos por tener (si no nos pilla un tren) enfermedades mortales que nos rematan.

Cabría argumentar que, destinados como estamos a pasarlo mal, mejor vivir en la mentira, pero eso no es una buena idea por dos motivos: primero, porque, como dice Félix de Azúa, es la combinación de luz y sombra (y no solo la luz) lo que nos permite ver; segundo, porque con el rollo este sé feliz o sé discreto que nos traemos lo único que conseguimos es que la gente a la que le pasan cosas normales (cometer errores, enfermar, sufrir) se sienta culpable, aislada y diferente. Que se callen para no molestar. Nos hemos convertido en yonquis del buen rollo, pero me da que ese escaparate de alborozo solo oculta una trastienda de inseguridad y egoísmo.

2 Comentarios

  1. Antonio Ledesma dice:

    En mi opinión, una de las mejores entradas del bloj. Me ha encantado cómo has cambiado el humor del comienzo por la realidad del hospital de siempre. Se notan las influencias del hospital pero habiendo estado allí, entiendo todos los guiños. Un abrazo

    Le gusta a 1 persona

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