Como Parker Lewis. El capitalismo apela de manera tan descarada a nuestros impulsos más primarios, nos entiende tan bien, que acabaremos dándole las gracias por habernos transformado de ciudadanos en consumidores. Cansado de ganar batallas, se lanzó a por la última frontera: seducir a la izquierda. Ahí también campeonó. Todos queremos más.

El léxico como campo de batalla
Es un lugar común que la izquierda conoce la importancia electoral del lenguaje (no sé si su trascendencia real como motor de la cultura) mejor que la derecha. No es difícil: la derecha solo conoce la importancia de no parecer la derecha. Surge la tentación de concluir, por tanto, que la izquierda gana la baza de la propaganda a través de la lengua. Pero la realidad no siempre es evidente a primera vista: mientras la izquierda celebra el gol que le mete a la derecha, el capitalismo se está dando un festín con su retaguardia indefensa.
El capitalismo lo tiene todo hecho porque ha logrado que la izquierda defienda sus premisas.
La más importante de esas premisas: más moderno es mejor. Por varios motivos, perseguir la acumulación como hace el capitalismo de mercado implica enaltecer el paso del tiempo: la acumulación prefiere el futuro, en primer lugar, porque no hay mejor oropel para envolver una venta que el mantra del último modelo. Más moderno es siempre mejor. Un móvil más moderno. Una nevera que haga la compra. Libros sin papel. Cine sin película. Discos sin disco. Tiendas sin tienda. Tiendas sin tienda que abren tienda. Aunque lo más moderno fuere peor, el capitalismo nos lo coloca soplándonos al oído que el vecino ya lo tiene. State of the art o muerte social. En segundo lugar, el capitalismo necesita el futuro porque el futuro es el lugar donde se pagan las deudas. Es sabido que el sistema se basa en la confianza de que mañana seremos más y gastaremos más. No descubro nada si describo la economía como una estafa piramidal. Dele al banco 100 euros y una chistera y verá. El capitalismo ya no solo vende lo que produce: primero logró colocar lo que aún no había producido y después (casi está uno por loar ese rizo del rizo) lo que nunca producirá.
Siendo así, ¿puede alguien explicarme por qué demonios la izquierda continental se apropió del término progresismo? Desde el momento en que acepta que el progreso es intrínsecamente positivo, está reconociendo la victoria del capital: que más moderno sea mejor es una tesis capitalista, no socialista. De hecho, los movimientos sociales nacen como una respuesta ante el mayor atracón de progreso de la historia.
A cambio del beneficio electoral que conlleva dejar a la derecha por viejuna y demodé, la izquierda compra la principal tesis del capitalismo y con ello cede por completo la arena económica.
Sobre la coherencia
Aceptando que esa apropiación del progreso sea de índole no económica, ni siquiera es coherente. A mí me parece perfectamente lícito posicionarse en contra de las centrales nucleares, los combustibles fósiles y las carreteras de muchos carriles que parten el hábitat del caracol ninja, pero 1) antes de hacerlo uno debería estar dispuesto a vivir en la Edad Media y morirse a la primera gripe, y 2) no sé qué tiene esa postura de progresista. Y no se saquen aquí conclusiones precipitadas: a mí las centrales nucleares me parecen un disparate que genera residuos radioactivos que duran milenios, pero soy tan egoísta y friolero que antes de cerrarlas esperaría prudentemente la aparición de una alternativa mejor (hola, ITER).
Combatir el capitalismo (el capitalismo no como sistema basado en el libre mercado y la propiedad privada sino como doctrina que propugna la acumulación sin límite de todo aquello que tenga valor en el mercado) enarbolando a la vez la bandera del progreso es incoherente. El pollo que dice ser muy de izquierdas, vive como un eremita medieval y propugna que todo es de todos es un iluso o un loco, pero tiene mi respeto. El pollo que dice ser muy de izquierdas y se agencia un iPhone a través de Amazon es un jeta o un mentiroso, por dos motivos:
En primer lugar, porque el ahorro que consigue comprando cosas que no necesita en multinacionales descomunales es a costa de los trabajadores de dichas multinacionales, trabajadores que de otra manera (si nadie comprara en ellas) quizá trabajarían en la tienda de la esquina o poseyeran dicha tienda (esa, la que acaba de cerrar) en lugar de trabajar en condiciones cuando menos cuestionables. De eso ya se habló aquí.
En segundo, porque compra cosas que no necesita, lo que implica hacerle el juego a la lógica capitalista. Dejemos esto claro; Apple, Samsung, Huawei y cía. no sacan un modelo nuevo cada año porque quieran un mundo mejor como dicen sus anuncios, sino porque quedaría feo vendernos el mismo cada año. He ahí la lógica capitalista. Al capitalismo le importa un comino cómo hagamos las fotos o que tengamos una vida provechosa. El capitalismo quiere —necesita— vender más. El capitalismo no quiere que la gente sea rica o viva bien. Quiere que el capital sea rico y viva bien. El progreso tecnológico es consecuencia de la necesidad capitalista de vender mucho. Si las multinacionales supieran que la demanda de piedras iba a subir como la espuma, dejaban el campo seco. Fabrican cosas novísimas porque compramos cosas novísimas. En negativo: no existiría la tecnología alucinante que es un móvil actual sin la dinámica capitalista y el papel que en ella juega la economía de escala (tampoco existirían las resonancias magnéticas, ojo). El iPhone que viene o el Galaxy que toque son la cristalización de la lógica capitalista, no simples objetos de uso. Absolutamente nadie los necesita, pero muchos parecen quererlos gracias a la fantasmagoría tecnológica y el aura de lo moderno.
¿De verdad el progreso es siempre deseable?
El problema es más profundo que una mera incoherencia léxica. El verdadero problema es que el capitalismo se ha quedado sin oposición (y no me refiero al declive del comunismo; siempre es una buena noticia que muera un monstruo). Llamamos anticapitalistas a sectores radicales de la izquierda, cuando quizá seamos muchos los que, desde diferentes posiciones ideológicas, miremos con preocupación lo que la filosofía de la acumulación le está haciendo al mundo.
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Pero lo tendré que leer de nuevo.
Un abrazo.
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