¿Y si España sobrevive?

No se preocupen; no se trata de un rapto de optimismo sino de una mera hipótesis.

¿Qué ocurriría si las instituciones que nos dio la transición demostraran ser lo suficientemente fuertes como para soportar las embestidas de este Narciso alucinado y su reata de palmeros?

¿No sería ese el primer momento real de legítimo orgullo desde la propia aprobación de la Constitución en el 78? Imaginen: significaría que vivimos en una democracia razonablemente fuerte y mínimamente asentada. Sería un momento de insólita serenidad (antes de que Putin nos invada, quiero decir), pero también de orgullo y confianza en la que siempre ha sido en el fondo la madre del cordero: el ordenamiento jurídico y los hombres y mujeres que velan por su cumplimiento.

No conviene llevarles la contraria

No se precipiten: a este perdonavidas no lo vamos a echar de la Moncloa jamás. Hará todo lo que esté en su mano ―ya ha empezado a hacerlo― para subvertir las reglas e instalarse definitivamente en el poder. La única solución ante un trastorno de este calibre es construir un palacio gemelo del Palacio de la Moncloa al lado del Palacio de la Moncloa e instalarlo allí hasta que Nerón y Fernando VII lo llamen a su lado. El dinero gastado en actores que hagan de ministros y perpetúen la ficción de que la dictadura ha triunfado será dinero bien invertido. No veo otra.

De ratas y barcos

No obstante lo anterior, nos hemos ganado un perverso placer, el que nos depararía el panorama político si todo saliere bien: contemplar cómo los palmeros-de-presentación-de-libro, los palmeros-diputados, los palmeros-indultados, los palmeros-Lo-País y todos los demás tipos de palmeros, perciben que esta inclinación del barco ya pasa de castaño oscuro y es mejor lanzarse por la borda en pos de la vida de náufrago que irse a pique con el invento.

Seremos malos, malísimos, pero disfrutaremos como críos escuchando a los otrora serviles lamelibranquios su retahíla de excusas: «yo no sabía»… «quién nos lo iba a decir»… «un hombre tan atractivo»…

Ya queda menos. No desesperen. Las cuadernas ya han comenzado a crujir.